Carta de los Mahatmas No. 14a
LA SOCIEDAD TEOSÓFICA Con referencia a las Reglas y a la Organización de la Sociedad, me permito hacer las siguientes sugerencias. Los puntos que recomiendo me parecen muy necesarios, pues he hablado con muchos nativos y tengo motivos para creer que conozco el carácter hindú mejor de lo que puede conocerlo ningún extranjero. Parece que prevalece la impresión general de que la Sociedad es una secta religiosa. Yo creo que esta impresión debe su origen a la creencia común de que toda la Sociedad está dedicada al Ocultismo. Por lo que puedo juzgar, ése no es el caso. Si lo fuera, la mejor manera de proceder sería constituir la Sociedad entera como una Sociedad secreta y cerrar sus puertas a todos, excepto a aquellos pocos que puedan haber demostrado su determinación de dedicar toda su vida al estudio del Ocultismo. Si no es así, y si la Sociedad está basada en el generalizado principio humanitario de la Fraternidad Universal, que el Ocultismo —una de sus varias ramas— sea un estudio totalmente secreto. Desde tiempo inmemorial este conocimiento sagrado ha sido salvaguardado de las masas con gran cuidado, y si bien algunos de nosotros hemos tenido la gran suerte de ponemos en contacto con algunos de los custodios de este tesoro de incalculable valor, ¿es correcto que, por nuestra parte, nos aprovechemos de su benevolencia para vulgarizar los secretos que ellos estiman más sagrados incluso que sus vidas? El mundo no está todavía preparado para oir la verdad sobre este tema. Al presentar los hechos ante un público que, en general, no está preparado, lo único que hacemos es hacer que se burlen de aquellos que han sido condescendientes con nosotros y nos han aceptado como colaboradores para hacer el bien a la humanidad. Al insistir demasiado sobre este punto, en cierta medida nos hemos hecho odiosos ante los ojos del público. Llegamos a tal extremo que, inconscientemente, llevamos al público a creer que nuestra Sociedad se encuentra bajo la única dirección de los Adeptos, mientras que la realidad es que toda la dirección ejecutiva está en manos de los Fundadores, y nuestros Instructores sólo nos aconsejan en casos excepcionales de máxima situación crítica. El público ha visto que debe haber interpretado equivocadamente los hechos, puesto que los errores de la Directiva de la Sociedad —algunos de los cuales pudieron muy bien ser evitados utilizando el sentido común corriente— se ponían en evidencia de vez en cuando. De aquí que llegaran a la conclusión de que: (1) O los Adeptos no existen, o bien, (2) Si existen, no tienen relación con nuestra Sociedad y, por lo tanto, nosotros somos unos deshonestos impostores, o: (3) Si ellos tienen alguna relación con la Sociedad, debe ser sólo por parte de aquellos que son de grado muy inferior, puesto que bajo su dirección se cometían tales errores. Aparte de unas cuantas nobles excepciones de quienes confiaban plenamente en nosotros, nuestros miembros nativos llegaron a una de estas tres conclusiones. Por lo tanto, en mi opinión, es necesario que se adopten rápidas medidas para eliminar esas sospechas. Para esto, yo sólo veo una alternativa: (1) O toda la Sociedad debería dedicarse al Ocultismo, en cuyo caso debería ser tan secreta como la Logia Masónica, o los Rosacruces, o bien (2) nadie debería saber nada sobre Ocultismo, excepto aquellos pocos que, con su proceder, puedan haber demostrado su decisión de dedicarse a ese estudio. Al considerar nuestros "Hermanos" que la primera alternativa es inviable y absolutamente ilícita, queda la segunda. Otra cuestión importante es la de la admisión de miembros. Hasta ahora, cualquier persona que demostrara deseo de afiliarse y encontrara dos avaladores que la recomendaran, era aceptado en la Sociedad sin que nosotros entráramos en detalles de los motivos que le impulsaban a hacerlo. Esto condujo a dos resultados negativos. La gente creía, o fingía creer, que nosotros admitíamos miembros simplemente para cobrar los Derechos de Admisión de los cuales vivíamos, y muchos ingresaron por simple curiosidad, pues pensaban que abonando una cuota de entrada de diez rupias podrían presenciar fenómenos. Y cuando se desilusionaban sobre esto se volvían contra nosotros y comenzaban a difamar nuestra CAUSA, por la cual hemos estado trabajando y a la cual hemos consagrado nuestras vidas. La mejor manera de remediar este mal sería excluir esta clase de personas. Pero, la cuestión se plantea en ¿cómo hacerlo? Puesto que nuestros Estatutos son tan liberales que admiten a todo el mundo. Sin embargo, al mismo tiempo, nuestros Estatutos establecen una cuota de entrada de diez rupias. Esta cuota es muy reducida para mantener alejados a los curiosos, los cuales, ante la oportunidad de satisfacer sus deseos, les parece que muy bien pueden permitirse desprenderse de esa suma insignificante. Por lo tanto, la cuota de entrada debería ser tan incrementada que sólo ingresaran aquellos que estén realmente interesados. Necesitamos hombres con principios y propósitos serios. Uno solo de estos hombres puede hacer más por nosotros que cientos de cazadores de fenómenos. A mi juicio, la cuota debería aumentarse a 200 o 300 rupias. Podría objetarse que de esta manera podrían ser excluidos hombres realmente buenos que pueden ser sinceros y devotos pero que no pueden pagar. Sin embargo, yo creo que es preferible arriesgarse a la posible pérdida de un hombre bueno, que admitir una multitud de holgazanes de los cuales uno solo puede deshacer el trabajo de todos los demás. Y además, esta posibilidad puede evitarse, pues así como ahora admitimos algunos miembros que parecen ser especialmente merecedores sin hacerles abonar su cuota, lo mismo podría hacerse aunque se adopte el cambio propuesto. DAMODAR K. MAVALANKAR, M.S.T. Carta sometida respetuosamente a la consideración del señor Sinnett.