El Mal

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Descripción general

H.P. Blavatsky escribió:

Los números impares son divinos, los números pares son terrestres, diabólicos y desafortunados. Los pitagóricos odiaban el binario. Con ellos dio comienzo la diferenciación, por lo tanto, los contrastes, la discordia o materia, el comienzo del mal. . . Con los primeros pitagóricos, sin embargo, lo dual era ese estado imperfecto en el que cayó el primer ser manifestado cuando se separó de la Mónada. Fue el punto desde el cual se bifurcaron los dos caminos, el Bien y el Mal. Todo lo que era de dos caras o falso era llamado por ellos "binario". Lo UNO era lo único Bueno y Armónico, porque ninguna desarmonía puede proceder de uno solo. [1]


En la naturaleza humana, el mal denota solo la polaridad de la materia y el Espíritu, una lucha por la vida entre los dos Principios manifestados en el Espacio y el Tiempo, cuyos principios son uno per se, en la medida en que están arraigados en lo Absoluto. En el Kosmos, el equilibrio debe preservarse. Las operaciones de los dos contrarios producen armonía, como las fuerzas centrípeta y centrífuga, que son necesarias entre sí, mutuamente interdependientes, "para que ambas vivan". Si una se detiene, la acción del otro se volverá inmediatamente autodestructiva. [2]

Visión en Las Cartas de los Mahatmas

En una de sus cartas, el Mahatma K.H. escribió sobre las opiniones de los Maestros sobre el mal. En primer lugar, no asignan al mal una entidad real:

El mal no tiene existencia per se y no es sino la ausencia del bien y existe solo para aquel que se torna su víctima . . . y al igual que el bien tampoco es una causa independiente en la naturaleza. [3]


A su vez, se lo define como "la exageración del bien", es decir, el exceso de lo que en medidas apropiadas es bueno, es también la fuente del mal. [4]

Maldades naturales y morales

Según los Maestros el sufrimiento producido por causas naturales no puede ser considerado como malo:

La naturaleza está desprovista de bondad o malicia; solo sigue leyes inmutables cuando da vida y alegría, o envía sufrimiento [y] muerte, y destruye lo que ha creado. La naturaleza tiene un antídoto para cada veneno y sus leyes una recompensa para cada sufrimiento. La mariposa devorada por un ave se convierte en esa ave, y la pequeña ave muerta por un animal pasa a una forma superior. Es la ley ciega de la necesidad y la adaptación eterna de las cosas, y por lo tanto no puede llamarse Mal en la Naturaleza. [5]

Desde su punto de vista, el verdadero mal es el producido por la acción humana:

El verdadero mal procede de la inteligencia humana y su origen recae enteramente en el hombre razonador que se disocia de la Naturaleza. Entonces solo la humanidad es la verdadera fuente del mal... Piense profundamente y verá que salvo la muerte —que no es un mal sino una ley necesaria, y los accidentes que siempre tendrán su recompensa en una vida futura— el origen de todo mal ya sea pequeño o grande está en la acción humana, en el hombre cuya inteligencia lo convierte en el único agente libre de la Naturaleza. [6]


Origen de las enfermedades

En cuanto a las enfermedades, son vistas como “la progenie del egoísmo y la codicia humanos”, es decir, el resultado de un exceso de lo que per se es bueno:

No es la naturaleza la que crea enfermedades, sino el hombre. La misión y el destino de este último en la economía de la naturaleza es morir su muerte natural provocada por la vejez; salvo un accidente, ni un hombre salvaje ni un animal salvaje (libre) muere por enfermedad. La comida, las relaciones sexuales, la bebida, son todas necesidades naturales de la vida; sin embargo el exceso en ellos provoca enfermedades, miseria, sufrimiento, mental y físico, y estos últimos se transmiten como los mayores males a las generaciones futuras, la progenie de los culpables. La ambición, el deseo de asegurar la felicidad y la comodidad para aquellos que amamos, consiguiendo honores y riquezas, son sentimientos naturales loables pero cuando transforman al hombre en un tirano cruel y ambicioso, un avaro, un ególatra y egoísta, producen una miseria incalculable a quienes lo rodean; tanto a las naciones como a los individuos. Todo esto, entonces, la comida, la riqueza, la ambición y otras mil cosas que tenemos que dejar sin mencionar, se convierte en la fuente y causa del mal, ya sea en su abundancia o por su ausencia. Conviértase en un glotón, un libertino, un tirano, y se convierte en el creador de enfermedades, del sufrimiento y la miseria humanos. Carezca de todo esto y pase mucho hambre, es despreciado como un don nadie y la mayoría de la manada, sus semejantes, hacen de usted un desdichado toda su vida. [7]

Según el Maestro K.H., un tercio del problema del mal puede atribuirse a la tendencia de la humanidad a caer en excesos:

Por lo tanto no se debe culpar a la naturaleza ni a una Deidad imaginaria, sino a la naturaleza humana envilecida por el egoísmo. Piense bien en estas pocas palabras; resuelva todas las causas del mal que se le ocurran y rastréela hasta su origen y habrá resuelto un tercio del problema del mal. [8]

Religiones

El Mahatma K.H. hace una fuerte crítica a las religiones organizadas, haciéndolas responsables de "casi dos tercios" del mal en el mundo:

Y ahora, después de tener debidamente en cuenta los males que son naturales y que no se pueden evitar, —y son tan pocos que desafío a toda la multitud de metafísicos occidentales a llamarlos males o a rastrearlos directamente a una causa independiente—, señalaré los más grandes, la causa principal de casi dos tercios de los males que persiguen a la humanidad desde que esa causa se convirtió en un poder. Es la religión bajo cualquier forma y en cualquier nación. [9]


La crítica no está dirigida a las enseñanzas religiosas puramente originales (que en muchos casos son una fuente de ayuda para la humanidad), sino a su manipulación por parte de la “casta sacerdotal”, la creación de dioses tribales y su explotación para ganar poder sobre los seguidores:

Es la casta sacerdotal, el sacerdocio y las iglesias; es en esas ilusiones que el hombre considera sagradas, que tiene que buscar la fuente de esa multitud de males que es la gran maldición de la humanidad y que casi abruma al género humano. La ignorancia creó Dioses y la astucia aprovechó la oportunidad. Mire a la India y mire a la cristiandad y al islam, al judaísmo y al fetichismo. Es la impostura sacerdotal lo que hizo que estos Dioses fueran tan terribles para el hombre; es la religión la que hace de él el intolerante egoísta, el fanático que odia a toda la humanidad excepto los de su propia secta sin hacerlo a él mejor o más moral por ello. Es la creencia en Dios y en los Dioses lo que hace que dos tercios de la humanidad sean esclavos de un puñado de aquellos que los engañan con el falso pretexto de salvarlos. ¿No está el hombre listo para cometer algún tipo de mal si se le dice que su Dios o Dioses exigen el crimen? Víctima voluntaria de un Dios ilusorio, el esclavo abyecto de sus astutos ministros, el campesino irlandés, italiano y eslavo se morirá de hambre y verá a su familia hambrienta y desnuda para alimentar y vestir a su padre y papa. Durante dos mil años la India gimió bajo el peso de la casta, solo los brahmanes se alimentaban con lo mejor de la tierra, y hoy los seguidores de Cristo y los de Mahoma se están degollando unos a otros en nombre de y para la mayor gloria de sus respectivos mitos. Recuerde que la suma de la miseria humana nunca disminuirá hasta el día en que la mejor parte de la humanidad destruya en nombre de la Verdad, la moralidad y la caridad universal, los altares de sus falsos dioses. [10]

Ver además

Cartas de los Mahatmas N.°88

Notes

  1. Helena Petrovna Blavatsky, The Secret Doctrine vol. II, (Wheaton, IL: Theosophical Publishing House, 1993), 16.
  2. Helena Petrovna Blavatsky, The Secret Doctrine vol. I, (Wheaton, IL: Theosophical Publishing House, 1993), 16.
  3. Vicente Hao Chin, Jr., The Mahatma Letters to A.P. Sinnett in chronological sequence No. 88 (Quezon City: Theosophical Publishing House, 1993), 273.
  4. Vicente Hao Chin, Jr., The Mahatma Letters to A.P. Sinnett in chronological sequence No. 88 (Quezon City: Theosophical Publishing House, 1993), 274.
  5. Vicente Hao Chin, Jr., The Mahatma Letters to A.P. Sinnett in chronological sequence No. 88 (Quezon City: Theosophical Publishing House, 1993), 273.
  6. Vicente Hao Chin, Jr., The Mahatma Letters to A.P. Sinnett in chronological sequence No. 88 (Quezon City: Theosophical Publishing House, 1993), 273-274.
  7. Vicente Hao Chin, Jr., The Mahatma Letters to A.P. Sinnett in chronological sequence No. 88 (Quezon City: Theosophical Publishing House, 1993), 274.
  8. Vicente Hao Chin, Jr., The Mahatma Letters to A.P. Sinnett in chronological sequence No. 88 (Quezon City: Theosophical Publishing House, 1993), 274.
  9. Vicente Hao Chin, Jr., The Mahatma Letters to A.P. Sinnett in chronological sequence No. 88 (Quezon City: Theosophical Publishing House, 1993), 274.
  10. Vicente Hao Chin, Jr., The Mahatma Letters to A.P. Sinnett in chronological sequence No. 88 (Quezon City: Theosophical Publishing House, 1993), 274-275.