Diferencia entre revisiones de «Avichi»
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<blockquote>Avichi es un estado espiritual de mayor miseria reservado para aquellos que han dedicado conscientemente sus vidas para hacer daño a otros y han alcanzado así su más alta espiritualidad del MAL.<ref>Helena Petrovna Blavatsky, ''Escritos Recopilados'' vol. VII (Wheaton, IL: Theosophical Publishing House, 1987), fn, 635.</ref></blockquote> | <blockquote>Avichi es un estado espiritual de mayor miseria reservado para aquellos que han dedicado conscientemente sus vidas para hacer daño a otros y han alcanzado así su más alta espiritualidad del [[El Mal|MAL]].<ref>Helena Petrovna Blavatsky, ''Escritos Recopilados'' vol. VII (Wheaton, IL: Theosophical Publishing House, 1987), fn, 635.</ref></blockquote> | ||
<blockquote>Avîtchi (Sk.). Un estado: no necesariamente sólo después de la muerte o entre dos nacimientos, porque esto también puede ocurrir en la tierra. Lit., “infierno ininterrumpido”. El último de los ocho infiernos, se nos dice, “donde el culpable, muere y nace sin interrupción--pero no sin esperanza de redención final”. Esto es porque Avitchi es otro nombre para [[Mialba]] (nuestra tierra) y también un estado al que algunos hombres desalmados son condenados en este plano físico.<ref>Helena Petrovna Blavatsky, ''Glosario Teosófico'' (Krotona, CA: Editorial Teosófica, 1973), 45.</ref></blockquote> | <blockquote>Avîtchi (Sk.). Un estado: no necesariamente sólo después de la muerte o entre dos nacimientos, porque esto también puede ocurrir en la tierra. Lit., “infierno ininterrumpido”. El último de los ocho infiernos, se nos dice, “donde el culpable, muere y nace sin interrupción--pero no sin esperanza de redención final”. Esto es porque Avitchi es otro nombre para [[Mialba]] (nuestra tierra) y también un estado al que algunos hombres desalmados son condenados en este plano físico.<ref>Helena Petrovna Blavatsky, ''Glosario Teosófico'' (Krotona, CA: Editorial Teosófica, 1973), 45.</ref></blockquote> | ||
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En raros casos la entidad sin alma no reencarna inmediatamente, sino que permanece en la [[Luz Astral|luz astral]] y se convierte en una especie de morador del umbral, obsesionándose con el [[Ego#Superior|ego reencarnado]] que solía animarlo, y que ahora ha reencarnado en una nueva personalidad: | En raros casos la entidad sin alma no reencarna inmediatamente, sino que permanece en la [[Luz Astral|luz astral]] y se convierte en una especie de morador del umbral, obsesionándose con el [[Ego#Superior|ego reencarnado]] que solía animarlo, y que ahora ha reencarnado en una nueva personalidad: | ||
<blockquote>Desprovista de sus principios rectores, pero fortalecida por los elementos materiales, Kâma-Manas, de ser una “luz derivada,” ahora se convierte en una Entidad independiente. Después de sufrir hundirse cada vez más en el plano animal, cuando llega la hora de que su cuerpo terrenal muera, sucede una de dos cosas: o Kâma-Manas renace inmediatamente en Myalba (el estado de Avichi en la tierra), o, si se vuelve demasiado fuerte en el mal –“inmortal en Satán” es la expresión Oculta––a veces se le permite, por propósitos kármicos, permanecer en un estado activo de Avichi en el Aura terrestre. Luego, a través de la desesperación y la pérdida de toda esperanza, se vuelve como el mítico “diablo” en su infinita maldad; continúa en sus elementos, imbuido hasta la médula de la esencia de la materia; porque el mal es contemporáneo de la materia separada del espíritu. Y cuando su Ego superior haya reencarnado una vez más, evolucionando un nuevo reflejo, o Kâma-Manas, el Ego Inferior condenado, como un monstruo de Frankenstein, se sentirá siempre atraído por su “Padre”, que repudia a su Hijo, y se convertirá en un regular. “Morador” en el “umbral” de la vida terrestre.<ref>Helena Petrovna Blavatsky, ''Escritos Recolectado'' vol. XII (Wheaton, IL: Editorial Teosófica Theosophical, 1980), 637.</ref></blockquote> | <blockquote>Desprovista de sus principios rectores, pero fortalecida por los elementos materiales, Kâma-Manas, de ser una “luz derivada,” ahora se convierte en una Entidad independiente. Después de sufrir hundirse cada vez más en el plano animal, cuando llega la hora de que su cuerpo terrenal muera, sucede una de dos cosas: o Kâma-Manas renace inmediatamente en Myalba (el estado de Avichi en la tierra), o, si se vuelve demasiado fuerte en [[El Mal|el mal]] –“inmortal en Satán” es la expresión Oculta––a veces se le permite, por propósitos kármicos, permanecer en un estado activo de Avichi en el Aura terrestre. Luego, a través de la desesperación y la pérdida de toda esperanza, se vuelve como el mítico “diablo” en su infinita maldad; continúa en sus elementos, imbuido hasta la médula de la esencia de la materia; porque [[El Mal|el mal]] es contemporáneo de la materia separada del espíritu. Y cuando su Ego superior haya reencarnado una vez más, evolucionando un nuevo reflejo, o Kâma-Manas, el Ego Inferior condenado, como un monstruo de Frankenstein, se sentirá siempre atraído por su “Padre”, que repudia a su Hijo, y se convertirá en un regular. “Morador” en el “umbral” de la vida terrestre.<ref>Helena Petrovna Blavatsky, ''Escritos Recolectado'' vol. XII (Wheaton, IL: Editorial Teosófica Theosophical, 1980), 637.</ref></blockquote> | ||
<blockquote>En raros casos, sin embargo, algo mucho más terrible [que las reencarnaciones sin alma] puede suceder. Cuando el Manas inferior es condenado a agotarse por hambre; cuando ya no hay esperanza que incluso un remanente de una luz inferior La luz inferior, debido a condiciones favorables ––digamos, incluso un corto período de aspiración espiritual y arrepentimiento––atraerá hacia sí a su Ego Padre, entonces el Karma conduce al Ego Superior de regreso a nuevas encarnaciones. En este caso, el espectro Kama-Manásico puede convertirse en lo que en Ocultismo llamamos el "Morador del Umbral". Este “Morador” no es como el que tan gráficamente se describe en Zanoni, sino un hecho real en la naturaleza y no una ficción en el romance, por muy hermoso que este último pueda ser. Bulwer debió haber tenido la idea de algún iniciado oriental. Nuestro “Morador”, guiado por la afinidad y la atracción, se fuerza a entrar en la corriente astral y a través de la Envoltura Áurica del nuevo tabernáculo habitado por el Ego Padre, y declara la guerra a la luz inferior que lo ha reemplazado. Esto, por supuesto, sólo puede ocurrir en el caso de la debilidad moral de la personalidad así obsesionada. Nadie fuerte en su virtud y justo en su estilo de vida puede arriesgarse o temer tal cosa; pero sólo los depravados de corazón. Robert Louis Stevenson vislumbró una verdadera visión cuando escribió su Extraño caso del Dr. Jekyll y el Sr. Hyde. Su historia es una verdadera alegoría. Cada Chela reconocería en él un subslotratum de la verdad, y en el Sr. Hyde un "Morador", un obsesor de la personalidad, el tabernáculo del "Espíritu Padre".<ref>Helena Petrovna Blavatsky, ''Escritos Recolectados'', vol. . XII (Wheaton, IL: Editorial Teosófica, 1980), 636.</ref></blockquote> | <blockquote>En raros casos, sin embargo, algo mucho más terrible [que las reencarnaciones sin alma] puede suceder. Cuando el Manas inferior es condenado a agotarse por hambre; cuando ya no hay esperanza que incluso un remanente de una luz inferior La luz inferior, debido a condiciones favorables ––digamos, incluso un corto período de aspiración espiritual y arrepentimiento––atraerá hacia sí a su Ego Padre, entonces el Karma conduce al Ego Superior de regreso a nuevas encarnaciones. En este caso, el espectro Kama-Manásico puede convertirse en lo que en Ocultismo llamamos el "Morador del Umbral". Este “Morador” no es como el que tan gráficamente se describe en Zanoni, sino un hecho real en la naturaleza y no una ficción en el romance, por muy hermoso que este último pueda ser. Bulwer debió haber tenido la idea de algún iniciado oriental. Nuestro “Morador”, guiado por la afinidad y la atracción, se fuerza a entrar en la corriente astral y a través de la Envoltura Áurica del nuevo tabernáculo habitado por el Ego Padre, y declara la guerra a la luz inferior que lo ha reemplazado. Esto, por supuesto, sólo puede ocurrir en el caso de la debilidad moral de la personalidad así obsesionada. Nadie fuerte en su virtud y justo en su estilo de vida puede arriesgarse o temer tal cosa; pero sólo los depravados de corazón. Robert Louis Stevenson vislumbró una verdadera visión cuando escribió su Extraño caso del Dr. Jekyll y el Sr. Hyde. Su historia es una verdadera alegoría. Cada Chela reconocería en él un subslotratum de la verdad, y en el Sr. Hyde un "Morador", un obsesor de la personalidad, el tabernáculo del "Espíritu Padre".<ref>Helena Petrovna Blavatsky, ''Escritos Recolectados'', vol. . XII (Wheaton, IL: Editorial Teosófica, 1980), 636.</ref></blockquote> | ||
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<blockquote>Hechiceros y magos negros, las más poderosas de esas viles fraternidades, alcanzan al final de un gran ciclo de actividad, lo que se llama Avitchi-Nirvana. Al comienzo del siguiente período de actividad, comienzan una vida sin nombre de maldad espiritual, que sólo terminará en el siguiente período de descanso. El nombre de estos seres de miseria y horror, malditos tanto del hombre como de dios, nunca se pronuncia ni se escribe, pero no tienen nada que ver con los mortales que pasan por las siete esferas. Estos son los habitantes de la [[Luna#La_Octava_Esfera|octava esfera]], que tiene dieciséis grados. En los primeros catorce de ellos la entidad pierde, después de prolongados períodos de sufrimiento, sus siete sentidos astrales y sus siete espirituales. Los misterios de los dos últimos grados nunca se comunican fuera del santuario de la [[iniciación]]. Se puede afirmar, sin embargo, que a partir del último, la entidad, habiendo perdido la vil energía acumulada en su pasado, emerge como una nueva individualidad, para comenzar un nuevo curso desde el peldaño más bajo de la escalera de la vida.<ref>Dos Chelâs, ''El hombre: fragmentos de una historia olvidada'' (LaVergne, TN:Editor Kessinger, ¿2007?), 134.</ref></blockquote> | <blockquote>Hechiceros y magos negros, las más poderosas de esas viles fraternidades, alcanzan al final de un gran ciclo de actividad, lo que se llama Avitchi-Nirvana. Al comienzo del siguiente período de actividad, comienzan una vida sin nombre de maldad espiritual, que sólo terminará en el siguiente período de descanso. El nombre de estos seres de miseria y horror, malditos tanto del hombre como de dios, nunca se pronuncia ni se escribe, pero no tienen nada que ver con los mortales que pasan por las siete esferas. Estos son los habitantes de la [[Luna#La_Octava_Esfera|octava esfera]], que tiene dieciséis grados. En los primeros catorce de ellos la entidad pierde, después de prolongados períodos de sufrimiento, sus siete sentidos astrales y sus siete espirituales. Los misterios de los dos últimos grados nunca se comunican fuera del santuario de la [[iniciación]]. Se puede afirmar, sin embargo, que a partir del último, la entidad, habiendo perdido la vil energía acumulada en su pasado, emerge como una nueva individualidad, para comenzar un nuevo curso desde el peldaño más bajo de la escalera de la vida.<ref>Dos Chelâs, ''El hombre: fragmentos de una historia olvidada'' (LaVergne, TN:Editor Kessinger, ¿2007?), 134.</ref></blockquote> | ||
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Revisión actual - 09:43 4 dic 2024
Avichi (devanāgarī: अवीचि, avīci) también transliterada Avitchi, es una palabra Sanskrita y Pali utilizada en Budismo que significa "sin olas". Se refiere a nivel más bajo del "infierno" (naraka), en el cual el fallecido que ha cometido fechorías graves puede renacer. Aunque en el Budismo los Infiernos son temporales, Avichi es considerado a menudo un lugar sin retorno, en donde los seres languidecen eternamente.
En la visión Teosófica Avichi no es un lugar sino un estado de miseria experimentado por aquellos que han dedicado su vida a hacer daño consciente, y como consecuencia sus egos personales han roto la conexión con la Individualidad espiritual. Este estado no sólo es experimentado después de la muerte, sino que puede continuar en el plano físico en una nueva encarnación como una persona sin alma, llevando una vida llena de tristeza, volviéndose cada vez mas animal a medida que el tiempo pasa. La personalidad es aniquilada, después de una o muchas encarnaciones.
En Budismo
En Teosofía
Avichi es definida por Mahatma K.H. como "la perfecta antítesis de Devachan — vulgarizada por las naciones Occidentales hacia el Infierno y Cielo."[1] En un sentido similar, Mme. Blavatsky escribió: "Hay un Avichi, llamado debidamente Infierno, sin embargo no tiene conexión con, o similitud al, Infierno Cristiano, ni geográficamente ni psicológicamente."[2] Según ella, Avichi no es infierno como lugar sino como "un estado y una condición, y las torturas allí son todas mentales".[3]
Una descripción general de este estado fue dado como:
Avichi es un estado espiritual de mayor miseria reservado para aquellos que han dedicado conscientemente sus vidas para hacer daño a otros y han alcanzado así su más alta espiritualidad del MAL.[4]
Avîtchi (Sk.). Un estado: no necesariamente sólo después de la muerte o entre dos nacimientos, porque esto también puede ocurrir en la tierra. Lit., “infierno ininterrumpido”. El último de los ocho infiernos, se nos dice, “donde el culpable, muere y nace sin interrupción--pero no sin esperanza de redención final”. Esto es porque Avitchi es otro nombre para Mialba (nuestra tierra) y también un estado al que algunos hombres desalmados son condenados en este plano físico.[5]
La Tierra, o, vida terrestre más bien, es el único Avichi (Infierno) que existe para los hombres de nuestra humanidad en este globo. Avichi es un estado, no un lugar––una contraparte de Devachan. Tal estado sigue al “Alma” donde quiera que vaya, ya sea en Kâma-Loka, como una semi-consciencia “fantasma” o en un cuerpo humano, cuando renace para sufrir Avichi. Nuestra filosofía no reconoce ningún otro infierno.[6]
Separación del ego superior
El estado de avitchi empieza cuando el cuaternario inferior, debido a la ausencia absoluta de espiritualidad, pierde su conexión con el alma humana o ego superior. La persona se vuelve entonces una entidad "sin alma", que es, un cuaternario inferior que retiene sólo el aspecto más personal del alma (kama-manas) pero pierde toda conexión con el ego superior. Esta entidad sin alma está destinada a sufrir aniquilación tarde o temprano:
El “alma” personal en este caso––a saber, en la de quien nunca ha tenido un pensamiento ajeno al yo animal, sin tener nada que transmitir al Superior, o agregar a la suma de experiencias de encarnaciones pasadas que sus recuerdos deben preservar por la eternidad––esta alma personal se separa del Ego. No puede injertar nada del Ser en ese tronco eterno cuya sabia arroja millones de personalidades, como tantas hojas de sus ramas, hojas que se marchitan y mueren y caen al final de su temporada. Estas personalidades brotan, florecen y expiran, algunas sin dejar un rastro detrás, otros después de mezclar su propia vida con la del tallo padre. Son las “almas” de la primera clase las que están condenadas a la aniquilación, o Avichi.[7]
Mientras aún esté en el cuerpo que ha perdido su “Alma” superior a través de sus vicios, todavía hay esperanza para esa persona. Es posible que todavía sea redimido y obligado a volverse contra su naturaleza material; en cuyo caso, un intenso sentimiento de arrepentimiento, o una sola y sincera apelación al Ego que ha huido, o mejor aún, un esfuerzo activo por enmendar sus caminos, pueden hacer que el Ego Superior regrese. El hilo o conexión no está del todo roto, aunque el Ego ahora está fuera del alcance de la fuerza, porque “Antaskarana está destruido”, y la Entidad personal ya tiene un pie en Myalba [la tierra]; pero aún no ha dejado de escuchar un fuerte llamamiento espiritual. Hay otra declaración hecha en Isis Develada (loc. cit.) sobre este tema. Se dice que esta terrible muerte a veces puede evitarse “mediante el conocimiento del misterioso NOMBRE, la ‘PALABRA’. Lo que es esta “PALABRA” (que no es una “Palabra” sino un Sonido), todos lo sabéis. Su potencia reside en el ritmo o el acento. Esto significa simplemente que incluso una mala persona puede, mediante el estudio de la Ciencia Sagrada, ser redimida y detenida en el camino de la destrucción. Pero a menos que esté en completa unión con su Ego Superior, puede repetirla, como un loro, diez mil veces al día, y la "Palabra" no le ayudará. Por el contrario, si no está completamente en armonía con su Tríada superior, puede producir todo lo contrario de un efecto benéfico, usándolo muy a menudo los "Hermanos de la Sombra" para objetos maliciosos; en cuyo caso despierta y agita sólo los elementos malos y materiales de la naturaleza. Pero si la naturaleza de uno es buena y se esfuerza sinceramente hacia el YO SUPERIOR, que es ese “Aum”, a través del Ego Superior, que es su tercera letra (siendo Buddhi la segunda), no hay ningún ataque del Dragón Apophis que no pueda repeler.[8]
Reencarnación de la entidad sin alma
Cuando una persona rompe su conexión con el ego superior se convierte en una entidad sin alma, volviéndose cada vez más animal a medida que el tiempo pasa. Después de la muerte del cuerpo el destino más común para la entidad kama-manásica es la reencarnación inmediata sin ninguna conexión con el Ego reencarnante:
La tierra es AVICHI, y la peor Avichi posible. Expulsado para siempre de la Individualidad (el Ego reencarnante), los átomos y vibraciones físicas de la ahora personalidad separada son inmediatamente reencarnadas en la misma tierra, sólo en una criatura inferior y aún más abyecta, un ser humano sólo en forma, condenada a tormentos Kármicos durante toda su nueva vida. Además, si persiste en su curso criminal o libertino, sufrirá una larga serie de tales reencarnaciones inmediatas.[9]
El futuro del Mas Inferior es más terrible, y aún más terrible para la humanidad que para el ahora hombre animal. A veces sucede que después de la separación del Alma exhausta, ahora se vuelve supremamente animal, se desvanece en Kâma-Loka, igual como todas las otras almas animales. Pero viendo que cuanto más material es la mente, cuanto más dura en esta etapa intermedia, con frecuencia sucede que después de terminada la vida real del hombre sin alma, es una y otra vez reencarnada en nuevas personalidades, cada una más abyecta que la otra. El impulso de la vida animal es demasiado fuerte; no puede desgastarse en una o dos vidas solamente.[10]
Así, encontramos dos tipos de seres sin alma en la tierra: aquellos que han perdido su Ego superior en la encarnación actual, y aquellos que nacen sin alma, habiendo sido separados de su Alma Espiritual en el nacimiento anterior. Los primeros son candidatos de Avichi; estos últimos son “Sr. Hydes”, ya sea dentro o fuera de sus cuerpos humanos, ya sea encarnados o vagando como demonios invisibles pero potentes. En tales hombres, la astucia se desarrolla en un grado enorme, y nadie, excepto aquellos que están familiarizados con la doctrina, sospecharía que carecen de alma, porque ni la Religión ni la Ciencia tienen la menor sospecha de que tales hechos existan realmente en la Naturaleza.[11]
El destino del ego superior
Después de cortar su conexión con la personalidad débil, dos cosas diferentes pueden suceder al reencarnante Ego:
El Ego Divino hace una o dos cosas: o (a) recomienza inmediatamente bajo sus propios impulsos kármicos una nueva serie de encarnaciones; o (b) busca y encuentra refugio en el “seno de la Madre,” Alaya, el Alma Universal, del cual el aspecto Manvantárico Mahat. Liberado de las expresiones de vida de la personalidad, se funde en una especie de interludio del Nirvana, donde no puede haber nada más que el eterno Presente, que absorbe el Pasado y el Futuro. Despejado del “trabajador,” tanto el campo como la cosecha se están perdiendo, El Maestro, en la infinidad de su pensamiento, naturalmente no conserva ningún recuerdo de la ilusión finita y evanescente que ha sido su última personalidad. La última, entonces, es de heecho aniquilada.[12]
Morador del Umbral
En raros casos la entidad sin alma no reencarna inmediatamente, sino que permanece en la luz astral y se convierte en una especie de morador del umbral, obsesionándose con el ego reencarnado que solía animarlo, y que ahora ha reencarnado en una nueva personalidad:
Desprovista de sus principios rectores, pero fortalecida por los elementos materiales, Kâma-Manas, de ser una “luz derivada,” ahora se convierte en una Entidad independiente. Después de sufrir hundirse cada vez más en el plano animal, cuando llega la hora de que su cuerpo terrenal muera, sucede una de dos cosas: o Kâma-Manas renace inmediatamente en Myalba (el estado de Avichi en la tierra), o, si se vuelve demasiado fuerte en el mal –“inmortal en Satán” es la expresión Oculta––a veces se le permite, por propósitos kármicos, permanecer en un estado activo de Avichi en el Aura terrestre. Luego, a través de la desesperación y la pérdida de toda esperanza, se vuelve como el mítico “diablo” en su infinita maldad; continúa en sus elementos, imbuido hasta la médula de la esencia de la materia; porque el mal es contemporáneo de la materia separada del espíritu. Y cuando su Ego superior haya reencarnado una vez más, evolucionando un nuevo reflejo, o Kâma-Manas, el Ego Inferior condenado, como un monstruo de Frankenstein, se sentirá siempre atraído por su “Padre”, que repudia a su Hijo, y se convertirá en un regular. “Morador” en el “umbral” de la vida terrestre.[13]
En raros casos, sin embargo, algo mucho más terrible [que las reencarnaciones sin alma] puede suceder. Cuando el Manas inferior es condenado a agotarse por hambre; cuando ya no hay esperanza que incluso un remanente de una luz inferior La luz inferior, debido a condiciones favorables ––digamos, incluso un corto período de aspiración espiritual y arrepentimiento––atraerá hacia sí a su Ego Padre, entonces el Karma conduce al Ego Superior de regreso a nuevas encarnaciones. En este caso, el espectro Kama-Manásico puede convertirse en lo que en Ocultismo llamamos el "Morador del Umbral". Este “Morador” no es como el que tan gráficamente se describe en Zanoni, sino un hecho real en la naturaleza y no una ficción en el romance, por muy hermoso que este último pueda ser. Bulwer debió haber tenido la idea de algún iniciado oriental. Nuestro “Morador”, guiado por la afinidad y la atracción, se fuerza a entrar en la corriente astral y a través de la Envoltura Áurica del nuevo tabernáculo habitado por el Ego Padre, y declara la guerra a la luz inferior que lo ha reemplazado. Esto, por supuesto, sólo puede ocurrir en el caso de la debilidad moral de la personalidad así obsesionada. Nadie fuerte en su virtud y justo en su estilo de vida puede arriesgarse o temer tal cosa; pero sólo los depravados de corazón. Robert Louis Stevenson vislumbró una verdadera visión cuando escribió su Extraño caso del Dr. Jekyll y el Sr. Hyde. Su historia es una verdadera alegoría. Cada Chela reconocería en él un subslotratum de la verdad, y en el Sr. Hyde un "Morador", un obsesor de la personalidad, el tabernáculo del "Espíritu Padre".[14]
Avichi Nirvana
En una de sus cartas, Maestro K.H. habla sobre un Avichi que tiene lugar al final de un manvantara, un estado que es opuesto al Nirvana regular:
Después de la finalización del gran ciclo [hay] o un largo Nirvana de Dicha aunque sea (inconsciente en y según vuestras crudas concepciones); después de lo cual - la vida es un Dhyan Chohan durante todo un Manvantara, si no "Avichi Nirvana" y un Manvantara de miseria y Horror como un —— tu no debes escuchar la palabra tampoco yo — pronunciarla o escribirla. Pero "esos" nada tienen que ver con los mortales que pasan por las siete esferas. El Karma colectivo de un futuro Planetario es tan hermoso como el Karma colectivo de un —— es terrible. Suficiente. Ya he dicho demasiado.[15]
En el libro El hombre: Fragmentos de una Historia Olvidada se dice:
Hechiceros y magos negros, las más poderosas de esas viles fraternidades, alcanzan al final de un gran ciclo de actividad, lo que se llama Avitchi-Nirvana. Al comienzo del siguiente período de actividad, comienzan una vida sin nombre de maldad espiritual, que sólo terminará en el siguiente período de descanso. El nombre de estos seres de miseria y horror, malditos tanto del hombre como de dios, nunca se pronuncia ni se escribe, pero no tienen nada que ver con los mortales que pasan por las siete esferas. Estos son los habitantes de la octava esfera, que tiene dieciséis grados. En los primeros catorce de ellos la entidad pierde, después de prolongados períodos de sufrimiento, sus siete sentidos astrales y sus siete espirituales. Los misterios de los dos últimos grados nunca se comunican fuera del santuario de la iniciación. Se puede afirmar, sin embargo, que a partir del último, la entidad, habiendo perdido la vil energía acumulada en su pasado, emerge como una nueva individualidad, para comenzar un nuevo curso desde el peldaño más bajo de la escalera de la vida.[16]
Ver además
Notas
<referencias/>
Recursos en línea
Artículos
- Avichi at Theosophy World.
[[es:Avichi]
- ↑ Vicente Hao Chin, Jr., Las Cartas de los Mahatmas a A.P. Sinnett en secuencia cronológica No. 68 (Quezon City: Editorial Teosófica, 1993), 359.
- ↑ Helena Petrovna Blavatsky, Escritos Recopilados vol. XII (Wheaton, IL: Editorial Teosófica, 1980), 622.
- ↑ Helena Petrovna Blavatsky, Escritos Recopilados vol. IX (Wheaton, IL: Editorial Teosófica, 1974), 136.
- ↑ Helena Petrovna Blavatsky, Escritos Recopilados vol. VII (Wheaton, IL: Theosophical Publishing House, 1987), fn, 635.
- ↑ Helena Petrovna Blavatsky, Glosario Teosófico (Krotona, CA: Editorial Teosófica, 1973), 45.
- ↑ Helena Petrovna Blavatsky, Escritos Recopilados vol. XII (Wheaton, IL: Theosophical Publishing House, 1980), 637, fn.
- ↑ Helena Petrovna Blavatsky, Escritos Recolectados vol. XII (Wheaton, IL: Theosophical Publishing House, 1980), 635.
- ↑ Helena Petrovna Blavatsky, Escritos completos vol. XII (Wheaton, IL: Theosophical Publishing House, 1980), 638-639.
- ↑ Helena Petrovna Blavatsky, Escritos Recolectados vol. XII (Wheaton, IL: Editorial Teosófica, 1980), 632-633.
- ↑ Helena Petrovna Blavatsky, Escritos Recolectados vol. XII (Wheaton, IL: Editorial Teosófica, 1980), 636.
- ↑ Helena Petrovna Blavatsky, Escritos completos, vol. XII (Wheaton, IL: Theosophical Publishing House, 1980), 638.
- ↑ Helena Petrovna Blavatsky, Escritos recolectados vol. XII (Wheaton, IL: Editorial Teosófica, 1980), 635-636.
- ↑ Helena Petrovna Blavatsky, Escritos Recolectado vol. XII (Wheaton, IL: Editorial Teosófica Theosophical, 1980), 637.
- ↑ Helena Petrovna Blavatsky, Escritos Recolectados, vol. . XII (Wheaton, IL: Editorial Teosófica, 1980), 636.
- ↑ Vicente Hao Chin, Jr., Cartas de los Mahatmas a A.P. Sinnett en secuencia cronológica No. 93b (Quezon City: Editorial Teosófica, 1993), 311.
- ↑ Dos Chelâs, El hombre: fragmentos de una historia olvidada (LaVergne, TN:Editor Kessinger, ¿2007?), 134.