Diferencia entre revisiones de «Carta de los Mahatmas No. 88»
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sufrimiento [y] [[muerte]], y destruye lo que ha creado. La naturaleza tiene un antídoto para cada veneno y sus leyes una recompensa para cada sufrimiento. La mariposa devorada por un ave se convierte en esa ave, y la pequeña ave muerta por un animal pasa a una forma superior. Es la ley ciega de la necesidad y la adaptación eterna de las cosas, y por lo tanto no puede llamarse [[El Mal|Mal]] en la Naturaleza. El verdadero [[El Mal|mal]] procede de la inteligencia humana y su origen recae enteramente en el hombre razonador que se disocia de la Naturaleza. Entonces solo la humanidad es la verdadera fuente del [[El Mal|mal]]. El mal es la exageración | |||
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del bien, la progenie del egoísmo y la codicia humanos. Piense profundamente y verá que salvo la [[muerte]] —que no es un [[El Mal|mal]] sino una ley necesaria, y los accidentes que siempre tendrán su recompensa en una vida futura— el origen de todo [[El Mal|mal]] ya sea pequeño o grande está en la acción humana, en el hombre cuya inteligencia lo convierte en el único agente libre de la Naturaleza. No es la naturaleza la que crea enfermedades, sino el hombre. La misión y el destino de este último en la economía de la naturaleza es morir su [[muerte]] natural provocada por la vejez; salvo un accidente, ni un hombre salvaje ni un animal salvaje | |||
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(libre) muere por enfermedad. La comida, las relaciones sexuales, la bebida, son todas necesidades naturales de la vida; sin embargo el exceso en ellos provoca enfermedades, miseria, sufrimiento, mental y físico, y estos últimos se transmiten como los mayores [[El Mal|males]] a las generaciones futuras, la progenie de los culpables. La ambición, el deseo de asegurar la felicidad y la comodidad para aquellos que amamos, consiguiendo honores y riquezas, son sentimientos naturales loables pero cuando transforman al hombre en un tirano cruel y ambicioso, un avaro, un ególatra y egoísta, producen una miseria incalculable a quienes lo rodean; tanto a las naciones como | |||
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a los individuos. Todo esto, entonces, la comida, la riqueza, la ambición y otras mil cosas que tenemos que dejar sin mencionar, se convierte en la fuente y causa del [[El Mal|mal]], ya sea en su abundancia o por su ausencia. Conviértase en un glotón, un libertino, un tirano, y se convierte en el creador de enfermedades, del sufrimiento y la miseria humanos. Carezca de todo esto y pase mucho hambre, es despreciado como un don nadie y la mayoría de la manada, sus semejantes, hacen de usted un desdichado toda su vida. Por lo tanto no se debe culpar a la naturaleza ni a una Deidad imaginaria, sino a la naturaleza humana envilecida por el egoísmo. | |||
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Revisión del 15:27 4 dic 2024
Esta es la Carta N.° 88 en Las Cartas de los Mahatmas a A.P. Sinnett, 4.ª edición cronológica (en inglés). Corresponde a la Carta N.° 10 en la numeración de Barker. Ver a continuación contexto y antecedentes NOTA: Para obtener una versión de esta carta (en inglés) editada que resalta citas no atribuidas del Barón d'Holbach, consulte The Masters Speak Series, Mahatma Letters 10 Mahatma Letters 10 with Editor's notes con notas del editor en el sitio web de Philaletheians.
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Página 1 - traducción, imagen y notas
NOTAS DE K.H. SOBRE UN "CAPÍTULO PRELIMINAR" TITULADO "DIOS", DE HUME, DESTINADO A PROLOGAR UNA EXPOSICIÓN DE LA FILOSOFÍA OCULTA (ABREVIADO). Recibida en Simla, 1881-? '82. Ni nuestra filosofía ni nosotros mismos creemos en un Dios, y menos aún en uno cuyo pronombre necesita una E mayúscula. Nuestra filosofía está contenida en la definición de Hobbes. Es preeminentemente la ciencia de los efectos por sus causas y de las causas por sus efectos, y dado que también es la ciencia de las cosas deducidas del primer principio, como lo define Bacon, antes de admitir tal principio debemos conocerlo, y no tenemos derecho a admitir ni siquiera su posibilidad. Toda la explicación de usted se basa en una admisión
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aislada hecha simplemente por el deseo de argumentar en octubre pasado. Se le dijo a usted que nuestro conocimiento se limitaba a este nuestro sistema solar: ergo como filósofos que deseábamos seguir siendo dignos del nombre no podíamos negar ni afirmar la existencia de lo que usted denominó una especie de ser supremo, omnipotente e inteligente más allá de los límites de ese sistema solar. Pero si tal existencia no es absolutamente imposible, sin embargo a menos que la uniformidad de la ley de la naturaleza se rompa en esos límites sostenemos que es altamente improbable. Sin embargo negamos muy enfáticamente la posición del agnosticismo en esta dirección, y en
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relación al sistema solar. Nuestra doctrina no conoce términos medios. Afirma o niega, ya que nunca enseña sino lo que sabe que es la verdad. Por lo tanto, negamos a Dios tanto como filósofos y como budistas. Sabemos que hay vidas planetarias y otras vidas espirituales, y sabemos que en nuestro sistema no hay nada parecido a un Dios, ya sea personal o impersonal. Parabrahm no es un Dios, sino una ley absoluta inmutable, e Iswar es el efecto de Avidya y Maya, ignorancia basada en la gran ilusión. La palabra "Dios" fue inventada para designar la causa
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desconocida de esos efectos que el hombre ha admirado o temido sin entenderlos, y dado que afirmamos y que somos capaces de probar lo que afirmamos, es decir, el conocimiento de esa causa y causas estamos en condiciones de sostener que no hay Dios o Dioses detrás de estas. La idea de Dios no es una noción innata sino adquirida, y solo tenemos una cosa en común con las teologías: revelamos el infinito. Pero mientras que nosotros le asignamos a todos los fenómenos que proceden del espacio, duración y movimiento infinitos e ilimitados, causas materiales, naturales,
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sensibles y conocidas (al menos para nosotros), los teístas les asignan causas espirituales, sobrenaturales e ininteligibles y desconocidas. El Dios de los teólogos es simplemente un poder imaginario, un loup garou como lo expresó d'Holbach, un poder que aún nunca se ha manifestado. Nuestro objetivo principal es liberar a la humanidad de esta pesadilla, enseñarle al hombre la virtud por la virtud misma y que transite la vida confiando en sí mismo en lugar de apoyarse en una muleta teológica, que durante incontables edades fue la causa directa de casi toda
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la miseria humana. Quizá nos llamen panteístas, pero NUNCA agnósticos. Si la gente está dispuesta a aceptar y considerar como Dios nuestra VIDA UNA inmutable e inconsciente en su eternidad pueden hacerlo y por lo tanto ceñirse a otro gigantesco nombre inapropiado más. Pero entonces tendrán que decir como Spinoza que no hay y que no podemos concebir otra sustancia más que Dios; o como dice ese famoso y desafortunado filósofo en su decimocuarta proposición, "praeter Deum nulla dari neque concepi potest substantia", y así convertirse en panteístas ...
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quien sino un teólogo alimentado por el misterio y el sobrenaturalismo más absurdo puede imaginar un ser autoexistente necesariamente infinito y omnipresente fuera del universo ilimitado manifestado. La palabra infinito no es más que un negativo que excluye la idea de límites. Es evidente que un ser independiente y omnipresente no puede estar limitado por nada que esté fuera de sí mismo; que no puede haber nada exterior a sí mismo, ni siquiera el vacío, entonces, ¿dónde hay espacio para la materia?
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para ese universo manifestado a pesar de que este último [sea] limitado. Si le preguntamos al teísta es tu Dios vacío, espacio o materia, responderán que no. Y sin embargo sostienen que su Dios penetra en la materia aunque él mismo no es materia. Cuando hablamos de nuestra Vida Una nosotros también decimos que penetra, es más, es la esencia de cada átomo de la materia; y que por lo tanto no solo tiene correspondencia con la materia sino que igualmente tiene todas sus propiedades, etc.; por lo tanto, es material, es la materia misma. ¿Cómo puede la inteligencia proceder o emanar de la no inteligencia? usted siguió preguntando el año pasado.
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¡Cómo podría una humanidad altamente inteligente, el hombre la cima de la razón, evolucionar a partir de una ley o fuerza ciega y no inteligente! Pero una vez que razonamos sobre esa línea, puedo preguntar a mi vez, ¿cómo podrían los idiotas congénitos, los animales que no razonan y el resto de la "creación" haber sido creados por o haber evolucionado a partir de, la Sabiduría absoluta, si esta última es un ser inteligente pensante, el autor y regente del Universo? ¿Cómo? dice el Dr. Clarke al evaluar la prueba de la existencia de la Divinidad. "Dios que hizo el ojo, ¿no verá? Dios que hizo el oído, ¿no oirá?"
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Pero de acuerdo con este modo de razonamiento tendrían que admitir que al crear un idiota Dios es un idiota; que quien hizo tantos seres irracionales, tantos monstruos físicos y morales, debe ser un ser irracional... . . . No somos Advaitas, pero nuestra enseñanza con respecto a la vida una es idéntica a la del Advaita con respecto a Parabrahm. Y ningún verdadero Advaita con formación filosófica se llamará a sí mismo agnóstico, porque sabe que él es Parabrahm e idéntico en todo sentido con la vida y el alma universales: el macrocosmos es el
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microcosmos y sabe que no hay Dios aparte de sí mismo, ningún creador como ningún ser. Habiendo encontrado la Gnosis no podemos darle la espalda y volvernos agnósticos. . . . . Si admitiéramos que incluso los más altos Dyan Chohanes son propensos a errar bajo una ilusión, entonces de hecho no habría realidad para nosotros y las ciencias ocultas serían una quimera tan grande como ese Dios. Si hay un absurdo en negar lo que no sabemos es más extravagante aún asignarle leyes desconocidas. Según la lógica la "nada" es aquello de lo que todo realmente puede negarse y nada puede
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realmente puede afirmarse. Por lo tanto la idea de una nada finita o infinita es una contradicción de términos. Y sin embargo según los teólogos "Dios, el ser autoexistente es un ser muy simple, inmutable e incorruptible; sin partes, figura, movimiento, divisibilidad o cualquier otra propiedad tal como la encontramos en la materia. Porque todas estas cosas implican tan clara y necesariamente finitud en su idea misma y son completamente inconsistentes con el infinito completo." Por lo tanto el Dios que aquí se ofrece a la adoración del siglo XIX carece de todas las cualidades sobre las que se basa la mente del hombre
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capaz de formular cualquier juicio. [¿]Qué es esto de hecho sino un ser del que no pueden afirmar nada que no se contradiga instantáneamente[?] Su propia Biblia su Revelación destruye todas las percepciones morales que acumulan sobre él, a menos que de hecho llamen a esas cualidades perfecciones que la razón y el sentido común de cualquier otro hombre llaman imperfecciones, vicios odiosos y maldad brutal. Más aún el que lee nuestras escrituras budistas escritas para las masas supersticiosas no encontrará en ellas un demonio tan
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vengativo, injusto, tan cruel y tan estúpido como el tirano celestial sobre el que los cristianos pródigamente derraman su adoración servil y sobre el que sus teólogos acumulan esas perfecciones que se contradicen en cada página de su Biblia. Genuina y verdaderamente la teología ha creado a su Dios solo para destruirlo de a poco. La iglesia es el fabuloso Saturno, que engendra hijos solo para devorarlos. (La Mente Universal) —Una cuantas reflexiones y argumentos deberían sustentar cada nueva idea—
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por ejemplo estamos seguros de que nos criticarán por las siguientes aparentes contradicciones. (1) Negamos la existencia de un Dios consciente y pensante, sobre la base de que tal Dios debe estar condicionado, limitado y sujeto a cambios, por lo tanto no infinito, o (2) si se nos representa como un ser eterno inmutable e independiente, sin una partícula de materia en él, entonces respondemos que no es un ser sino un principio ciego inmutable, una ley. Y sin embargo, dirán, creemos en Dyanes, o Planetarios ("espíritus" también), y los dotamos de una mente universal,
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y esto debe explicarse. Nuestros motivos pueden resumirse brevemente de la siguiente manera: (1) Negamos la absurda proposición de que puede haber, incluso en un universo ilimitado y eterno, dos existencias infinitas eternas y omnipresentes. (2) La materia sabemos que es eterna, es decir, no ha tenido principio (a) porque la materia es la Naturaleza misma (b) porque lo que no puede aniquilarse a sí mismo y es indestructible existe necesariamente, y por lo tanto no podría comenzar a ser, ni puede dejar de ser (c) porque la experiencia acumulada de
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incontables edades, y la de la ciencia exacta nos muestra la materia (o naturaleza) actuando mediante su propia energía peculiar, de la cual ni un átomo está nunca en un estado absoluto de reposo, y por lo tanto debe haber existido siempre, es decir, sus materiales siempre cambian de forma, combinaciones y propiedades, pero sus principios o elementos son absolutamente indestructibles. (3) En cuanto a Dios, ya que nadie nunca lo ha visto a él o eso en ningún momento, a menos que él o eso sea la esencia misma y la naturaleza de esta materia eterna ilimitada, su energía y
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movimiento, no podemos considerarlo ni eterno ni infinito ni autoexistente. Nos negamos a admitir un ser o una existencia de la que no sabemos absolutamente nada; porque (a) no hay espacio para él en presencia de esa materia cuyas propiedades y cualidades innegables conocemos completamente bien (b) porque si él o eso no es más que una parte de esa materia es ridículo sostener que él es el motor y el regente de aquello de lo que no es más que una parte dependiente y (c) porque si nos dicen que Dios es un espíritu puro autoexistente independiente de la materia, una
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deidad extracósmica, respondemos que admitiendo incluso la posibilidad de tal imposibilidad, es decir, su existencia, aún sostenemos que un espíritu puramente inmaterial no puede ser un regente consciente inteligente ni puede tener ninguno de los atributos que le atribuye la teología y por lo tanto tal Dios se convierte nuevamente en una fuerza ciega. La inteligencia tal como se encuentra en nuestros Dyan Chohanes, es una facultad que puede pertenecer solo a un ser organizado o animado, por más imponderables o más bien invisibles que sean los materiales de sus composiciones. La inteligencia requiere la necesidad de pensar; para pensar
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uno debe tener ideas; las ideas suponen sentidos que son materiales físicos, y ¿cómo puede algo material pertenecer al espíritu puro? Si se objetara que el pensamiento no puede ser una propiedad de la materia, preguntaremos ¿por qué? Debemos tener una prueba irrefutable de esta suposición, antes de que podamos aceptarla. Al teólogo le preguntaríamos qué le impidió a su Dios, ya que él es el supuesto creador de todo, dotar a la materia de la facultad del pensamiento; y cuando responde que evidentemente a Él no le ha complacido hacerlo, que es un misterio
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así como una imposibilidad, nosotros insistiríamos en que nos dijeran por qué es más imposible que la materia produzca espíritu y pensamiento, que el espíritu o el pensamiento de Dios produzcan y creen materia. No inclinamos la cabeza en el polvo ante el misterio de la mente, porque lo hemos resuelto hace siglos. Al rechazar con desdén la teoría teísta rechazamos tanto la teoría del autómata, que enseña que los estados de conciencia son producidos por la ordenación de las moléculas del cerebro; y sentimos igualmente poco respeto por esa otra hipótesis: la producción de
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movimiento molecular por la conciencia. Entonces ¿en qué creemos? Bueno, creemos en el tan ridiculizado flogisto (ver artículo "¿Qué es la fuerza y qué es la materia?" Teósofo, septiembre), y en lo que algunos filósofos naturales llamarían nisus el incesante aunque perfectamente imperceptible (para los sentidos ordinarios) movimiento o esfuerzos que un cuerpo realiza en otro —las pulsaciones de la materia inerte— su vida. Los cuerpos de los espíritus planetarios están formados por lo que Priestley y otros llamaron Flogisto y para lo cual tenemos otro nombre, esta esencia en su séptimo estado más elevado que forma esa materia
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de la cual están compuestos los organismos de los Dyanes más elevados y más puros, y en su forma más baja o más densa (tan impalpable aún que la ciencia lo llama energía y fuerza) sirve como cobertura para los Planetarios del 1er o más bajo grado. En otras palabras creemos solo en la MATERIA, en la materia como naturaleza visible y la materia en su invisibilidad como el invisible omnipresente y omnipotente Proteo con su incesante movimiento que es su vida, y que la naturaleza extrae de sí misma ya que es el gran todo fuera de la cual nada puede existir. Porque como verdaderamente afirma Bilfinger "el movimiento es una forma de existencia que
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fluye necesariamente desde la esencia de la materia; que la materia se mueve por sus propias energías peculiares; que su movimiento se debe a la fuerza que es inherente a sí misma; que la variedad de movimiento y los fenómenos que resultan proceden de la diversidad de las propiedades de las cualidades y de las combinaciones que se encuentran originalmente en la materia primitiva " de la cual la naturaleza es el ensamblaje y de la cual la ciencia sabe menos que uno de nuestros conductores de Yak tibetano sobre la metafísica de Kant. La existencia de la materia entonces es un hecho; la existencia del movimiento es otro hecho, su
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autoexistencia y eternidad o indestructibilidad es un tercer hecho. Y la idea del espíritu puro como un Ser o una Existencia, póngale el nombre que quiera, es una quimera, un gigantesco absurdo. Nuestras ideas sobre el Mal. El mal no tiene existencia per se y no es sino la ausencia del bien y existe solo para aquel que se torna en su víctima. Procede de dos causas, y al igual que el bien tampoco es una causa independiente en la naturaleza. La naturaleza está desprovista de bondad o malicia; solo sigue leyes inmutables cuando da vida y alegría, o envía
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sufrimiento [y] muerte, y destruye lo que ha creado. La naturaleza tiene un antídoto para cada veneno y sus leyes una recompensa para cada sufrimiento. La mariposa devorada por un ave se convierte en esa ave, y la pequeña ave muerta por un animal pasa a una forma superior. Es la ley ciega de la necesidad y la adaptación eterna de las cosas, y por lo tanto no puede llamarse Mal en la Naturaleza. El verdadero mal procede de la inteligencia humana y su origen recae enteramente en el hombre razonador que se disocia de la Naturaleza. Entonces solo la humanidad es la verdadera fuente del mal. El mal es la exageración
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del bien, la progenie del egoísmo y la codicia humanos. Piense profundamente y verá que salvo la muerte —que no es un mal sino una ley necesaria, y los accidentes que siempre tendrán su recompensa en una vida futura— el origen de todo mal ya sea pequeño o grande está en la acción humana, en el hombre cuya inteligencia lo convierte en el único agente libre de la Naturaleza. No es la naturaleza la que crea enfermedades, sino el hombre. La misión y el destino de este último en la economía de la naturaleza es morir su muerte natural provocada por la vejez; salvo un accidente, ni un hombre salvaje ni un animal salvaje
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(libre) muere por enfermedad. La comida, las relaciones sexuales, la bebida, son todas necesidades naturales de la vida; sin embargo el exceso en ellos provoca enfermedades, miseria, sufrimiento, mental y físico, y estos últimos se transmiten como los mayores males a las generaciones futuras, la progenie de los culpables. La ambición, el deseo de asegurar la felicidad y la comodidad para aquellos que amamos, consiguiendo honores y riquezas, son sentimientos naturales loables pero cuando transforman al hombre en un tirano cruel y ambicioso, un avaro, un ególatra y egoísta, producen una miseria incalculable a quienes lo rodean; tanto a las naciones como
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a los individuos. Todo esto, entonces, la comida, la riqueza, la ambición y otras mil cosas que tenemos que dejar sin mencionar, se convierte en la fuente y causa del mal, ya sea en su abundancia o por su ausencia. Conviértase en un glotón, un libertino, un tirano, y se convierte en el creador de enfermedades, del sufrimiento y la miseria humanos. Carezca de todo esto y pase mucho hambre, es despreciado como un don nadie y la mayoría de la manada, sus semejantes, hacen de usted un desdichado toda su vida. Por lo tanto no se debe culpar a la naturaleza ni a una Deidad imaginaria, sino a la naturaleza humana envilecida por el egoísmo.
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