Carta de los Mahatmas No. 74
Esta es la Carta N.° 74 en Las Cartas de los Mahatmas a A.P. Sinnett, 4.ª edición cronológica (en inglés). Corresponde a la Carta N.° 30 en la numeración de Barker. Ver a continuación contexto y antecedentes
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Página 1 - traducción, imagen y notas
Privada. Mi estimado Hermano. Tal vez, una semana atrás, no habría dejado de aprovechar esta ocasión que se presenta y decir que su carta sobre el Sr. Fern es una tergiversación tan completa del espíritu y, sobre todo, de la actitud de M. hacia dicho joven caballero, como la completa ignorancia de usted sobre [lo que el] objetivo que él persigue podría producir; y no habría dicho nada más. Pero ahora, las cosas han cambiado; y aunque usted ha "llegado a saber que nosotros" realmente no poseíamos el poder de leer las mentes como se había pretendido, sin embargo, sabemos lo suficiente del espíritu con el que se recibieron mis últimas cartas, y de la insatisfacción producida, para sospechar, si no saber que aunque la verdad no sea con frecuencia bien recibida, sin embargo, ha llegado el momento de que hable franca y abiertamente con usted. Mentir es un refugio para los débiles, y somos lo suficientemente fuertes, incluso con todas las deficiencias que a usted le complace descubrir en nosotros, como para temer muy poco a la verdad; ni es probable que mintamos, solo porque sea de nuestro interés parecer sabios con respecto a asuntos que ignoramos. Por lo tanto, tal vez podría haber sido más prudente comentar que usted sabía que realmente no poseíamos el poder de leer las mentes, a menos que estableciéramos
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NOTAS:
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una completa armonía con, y concentráramos una atención total en, la persona cuyos pensamientos queríamos conocer, ya que eso sería un hecho innegable, en lugar de una suposición gratuita como ahora consta en su carta. Como sea, ahora encuentro solo dos caminos ante nosotros, sin el más mínimo atajo para concesiones. De ahora en adelante, si su deseo es que trabajemos juntos, debemos hacerlo sobre la base de perfecto entendimiento. Usted tendrá total libertad de decirnos —ya que parece, o más bien ha llegado a creerlo sinceramente— que la mayoría de nosotros, debido al misterio que nos envuelve, vivimos obteniendo crédito por saber lo que realmente no sabemos; mientras que yo, por ejemplo, tendré tanto derecho como usted, a hacerle saber lo que pienso de usted, prometiendo usted mientras tanto, que no se reirá de ello externamente y guardará rencor por ello internamente (algo que a pesar de sus esfuerzos rara vez puede evitar), sino que, en caso de que yo esté equivocado usted lo demostrará con alguna manifestación de más peso que una mera negación. A menos que se comprometa con tal promesa, es completamente inútil que cualquiera de nosotros pierda tiempo en controversias y correspondencias. Mejor estrechar la mano astralmente, a través del espacio, y esperar
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hasta que usted haya adquirido el don de discernir la verdad de la falsedad en un mayor grado del que ahora posee; o, que se demuestre que no somos más que impostores (o aún peor, espectros embusteros); o finalmente, que alguno de nosotros esté en condiciones de demostrarle nuestra existencia a usted mismo o al Sr. Sinnett —no astralmente, ya que eso solo podría fortalecer la teoría del "Espíritu", sino— visitándolo personalmente. Dado que se vuelve bastante imposible convencerlo a usted de que incluso nosotros ocasionalmente, sí leemos los pensamientos de otras personas, ¿puedo esperar que nos atribuya, al menos, un conocimiento suficiente del idioma inglés como para no haber malinterpretado totalmente su carta tan sincera? Y, que me crea, cuando digo, que habiéndola entendido perfectamente, le respondo con tanta franqueza "¡como Mi muy estimado Hermano, que usted está flagrantemente equivocado de principio a fin!" Toda su carta se basa en un concepto erróneo, un total desconocimiento de los "eslabones perdidos", que por sí solos podrían haberle proporcionado una verdadera clave de toda la situación. ¿Qué puede usted querer decir con lo siguiente? Mi estimado Maestro: Entre ustedes están echando a perder por completo a Fern, es una verdadera lástima,
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porque él realmente en el fondo es un buen tipo y tiene un intenso deseo de conocimiento oculto —y una fuerte voluntad y una gran capacidad de automortificación— estoy seguro de que sería útil para sus propósitos; pero la arrogancia de él se está volviendo intolerable y se está convirtiendo en un fabricante empedernido de ficción y esto se debe a todos ustedes. ¡¡Ha embaucado a Morya por completo!! desde el principio, y le ha mentido persistentemente a Sinnett para mantener la delusión de que ha hecho que Morya le le confíe secretos y lo acepte como chela y ahora cree estar a la altura de cualquiera. . . Morya responde cayendo por completo en la trampa . . este fraude sin duda comenzó en (sus) nuestros intereses ... etc. No es necesario que repita una vez más lo que he dicho antes; a saber, que hasta que recibí la primera carta de usted sobre el Sr. Fern, nunca le había prestado atención ni por un instante. ¿Quién, entonces, entre nosotros, echa a perder a ese joven caballero? ¿Es Morya? Bueno, es fácil ver, que usted sabe aún menos de él, de lo que él sabe, según la noción de usted, de lo que usted tiene en su mente. "¡¡Él ha embaucado a Morya por completo!!" ¿Sí? Lamento estar obligado a confesar que, de acuerdo con su código occidental
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sería más bien lo contrario; que fue mi amado Hermano quien "embaucó" al Sr. Fern, si el término malsonante no tuviese otro significado para nosotros, como así también otro nombre. Esto último, por supuesto, quizá le parezca aún más "repugnante", ya que incluso el Sr. Sinnett, quien en esto no es más que el eco de todos los hombres de la Sociedad Inglesa, lo considera a este completamente repugnante para los sentimientos del inglés promedio. Ese otro nombre es: PROBACIÓN; algo a lo que todo chela que no desea permanecer como un simple ornamento, tiene que someterse nolens volens durante un período más o menos prolongado; algo que —por esta misma razón que está basada indudablemente en lo que ustedes los occidentales siempre verían como un sistema de farsa o engaño— que yo, que conocí las ideas europeas mejor que Morya, siempre me he negado a aceptar o incluso a considerar a cualquiera de ustedes dos como: chelas. Por lo tanto, lo que usted ahora ha confundido con "farsa" por parte del Sr. Fern, se lo habría atribuido a M., si solo hubiera sabido un poco más de lo que sabe sobre nuestro sistema; mientras que la verdad es que uno es completamente irresponsable por mucho de lo que él está haciendo ahora, y que el otro está llevando a cabo aquello de lo que honestamente él ha advertido al Sr. Fern de antemano; eso, que, —si usted ha leído, como usted dice, la correspondencia— debe haberse enterado de la carta de HPB a Fern desde Madrás, que en los celos de ella por los favores de M., le escribió a Simla, con la esperanza de espantarlo. A un chela en probación se le permite pensar y hacer lo que quiera. Se le advierte y se le dice de antemano:
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será tentado y engañado por las apariencias; se abrirán dos caminos ante usted, ambos conducentes a la meta que está intentando alcanzar; uno fácil, y que lo conducirá más rápidamente al cumplimiento de las órdenes que reciba; el otro — más arduo, más largo; un camino lleno de piedras y espinas que le harán tropezar más de una vez en el camino; y, al final del cual, tal vez, encuentre el fracaso después de todo y sea incapaz de llevar a cabo las órdenes dadas para algún pequeño trabajo en particular, — pero, mientras que este último hará que las dificultades que ha sufrido sean puestas del lado de su haber futuro, el primero, el camino fácil, puede ofrecerle solo una gratificación momentánea, un fácil cumplimiento de la tarea. El chela tiene total libertad, y a menudo bastante justificado desde el punto de vista de las apariencias, de sospechar que su Gurú es "un fraude" como lo expresa la elegante palabra. Más que eso: mientras más grande y más sincera sea su indignación, ya sea expresada en palabras o bullendo en el corazón, está más capacitado y mejor calificado para convertirse en adepto. Es libre de, y no deberá rendir cuentas por usar las palabras y expresiones más abusivas con respecto a las acciones y órdenes de su gurú, siempre que salga victorioso de la ardiente prueba; siempre que resista todas y cada una de las tentaciones; rechace todas las seducciones y demuestre que nada, ni siquiera la promesa de lo que él aprecia más que la vida,
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de ese regalo más preciado, su futuro adeptado, es incapaz de hacer que se desvíe del camino de la verdad y la honestidad, u obligarlo a convertirse en un impostor. Mi estimado señor, casi nunca estaremos de acuerdo en nuestras ideas de las cosas, ni incluso en el valor de las palabras. Alguna vez usted nos llamó jesuitas; y, viendo las cosas como usted las ve, tal vez, tenía razón hasta cierto punto en considerarnos así, ya que aparentemente nuestros sistemas de entrenamiento no difieren mucho. Pero es sólo externamente. Como dije una vez con anterioridad, ellos saben que lo que enseñan es una mentira; y nosotros sabemos que lo que impartimos es la verdad, la única verdad y nada más que la verdad. Ellos trabajan por el mayor poder y gloria (!) de su orden; nosotros, por el poder y la gloria final de los individuos, de las unidades aisladas, de la humanidad en general, y estamos satisfechos, más aún, obligados, a dejar a nuestra Orden y a sus jefes completamente a la sombra. Ellos trabajan, y se esfuerzan, y engañan, para beneficio del poder terrenal en esta vida; nosotros trabajamos y nos esforzamos, y permitimos que nuestros chelas sean engañados temporalmente, para proveerles los medios para que nunca sean engañados en el futuro, y que vean todo el mal de la falsedad y la mentira, no solo en esta sino en muchas de sus vidas posteriores. Ellos, los
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y "honestidad" difieren considerablemente de sus ideas en Occidente. Ambos creemos que es moral decir la verdad e inmoral mentir; pero aquí se detiene toda analogía y nuestras nociones divergen en un grado muy notable. Por ejemplo, ¿sería muy difícil para usted explicarme cómo puede ser que su civilizada sociedad occidental – iglesia, estado, política y comercio – haya llegado a presumir de una virtud que resulta totalmente imposible ya sea para un hombre educado, un hombre de estado, un comerciante o cualquier otro que viva en el mundo, poner en práctica en un sentido irrestricto? ¿Puede alguien de las clases mencionadas anteriormente —la flor y nata de la caballerosidad de Inglaterra, sus pares más orgullosos y sus plebeyos más distinguidos, sus damas más virtuosas y veraces— puede alguna de ellas decir la verdad, pregunto, ya sea en la casa o en la Sociedad, durante sus funciones públicas o en el círculo familiar? ¿Qué pensaría usted de un caballero, o una dama, cuyos modales corteses y afables y suavidad de lenguaje no escondiera ninguna falsedad; quién, al encontrarse con usted, le dijera clara y abruptamente lo que piensa de usted o de cualquier otra persona? ¿Y dónde puede hallar esa perla de comerciantes honestos o ese patriota temeroso de Dios, o un político, o un
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simple visitante casual suyo, que no disimule sus pensamientos todo el tiempo, y se vea obligado so pena de ser considerado un bruto, un loco, a mentir deliberadamente y con descaro, tan pronto como se ve forzado a decir lo que piensa de usted; a menos que, sorpresivamente, sus verdaderos sentimientos no exijan disimulo? Todo es mentira, todo falsedad, alrededor y en nosotros, hermano mío; y es por eso que parece tan sorprendido, si no afectado, cada vez que encuentra a una persona, que le dice la verdad sin rodeos en la cara; y también por qué le parece imposible comprender que un hombre pueda no sentir rencor hacia usted, incluso caerle bien y respetarlo por algunas cosas, y sin embargo decirle en la cara lo que honesta y sinceramente piensa de usted. Al notar la opinión de M sobre usted expresada en algunas cartas de él (no esté usted tan seguro de que como están escritas en su puño y letra, estén escritas por él, aunque por supuesto cada palabra es aprobada por él para servir a ciertos fines), usted dice que él posee "cuando menos un modo peculiar de expresarse". Ahora, ese "camino" es simplemente la verdad desnuda, la cual él está listo para escribirle a usted, o incluso decírsela y repetírsela en la cara, sin el menor ocultamiento o cambio, (a menos que él haya permitido deliberadamente que las expresiones sean exageradas para los mismos fines mencionados anteriormente); ¡y él es, de todos los hombres que conozco, el único que lo hace sin la menor vacilación!
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Y por esto, usted lo llama "un tipo más bien imperioso que se enoja mucho si se lo contradice", pero agrega, que "no le guarda usted rencor por eso, y que le cae bien a pesar de eso". Ahora ESTO NO ES así, hermano mío, Y USTED LO SABE. Sin embargo, estoy dispuesto a aceptar la definición en un sentido limitado, y a admitir y repetir con usted (y con él a mi lado) que es un tipo muy imperioso, y ciertamente muy propenso a veces a enojarse, especialmente si se lo contradice en lo que sabe que es correcto. ¿Pensaría usted mejor de él, si disimulara su enojo; si se mintiera a sí mismo y a los demás, permitiéndoles así que le adjudicaran una virtud que no posee? Si es un acto meritorio extirpar de raíz todo sentimiento de enojo, para nunca padecer ni el más mínimo paroxismo de una pasión que todos consideramos pecaminosa, para nosotros es aún mayor pecado fingir que está extirpada. Por favor lea el "Elixir de la Vida" N.° 2 (abril, p. 169 col. 1, párrs. 2, 3, 4, 5 y 6). Y sin embargo en las ideas de occidente, todo se reduce a apariencias incluso en la religión. Un confesor no le pregunta a su penitente si sintió ira, sino si ha le mostrado ira a alguien. "Al mentir, robar, matar, etc., evitarás ser detectado" —parece ser el principal mandamiento de los Señores dioses de la civilización— Sociedad y opinión pública. Esa es la única razón por la que usted, que pertenece a ella, difícilmente o nunca podrá apreciar caracteres como el de Morya: un hombre tan severo
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consigo mismo, tan severo con sus propios defectos, como indulgente con los defectos de los demás, no con palabras sino con los sentimientos más profundos de su corazón; porque, aunque siempre esté dispuesto a decirle en la cara lo que sea que piense de usted, él siempre fue un amigo más incondicional que yo, que a menudo quizás dude en herir los sentimientos de alguien, incluso al decir la verdad más estricta. Por lo tanto, si M. fuese de los que se rebaja a dar una explicación, podría haberle dicho: "Hermano mío, en mi opinión, usted es sumamente egoísta y arrogante. En su apreciación y autoadulación, usted generalmente pierde de vista al resto de la humanidad, y en verdad creo que usted considera a todo el universo creado para el hombre, y ese hombre: usted mismo. Si yo no puedo soportar que me contradigan cuando sé que tengo razón, usted puede aún menos soportar que lo contradigan, incluso cuando su consciencia le dice claramente que está equivocado. Es usted incapaz de olvidar —aunque admito que es de los que perdona— el menor desaire. Y, creyendo sinceramente haber sido desairado, por mí (reprochado, como lo expresó una vez) hasta el día de hoy la supuesta ofensa ejerce una influencia silenciosa sobre todos sus pensamientos en relación con mi humilde individuo. Y aunque su gran intelecto evitará que sentimientos vengativos se afirmen y así anulen lo mejor de su naturaleza, sin embargo no están exentos de cierta influencia incluso sobre sus facultades de razonamiento, ya que encuentra placer (aunque difícilmente lo admita) en idear medios para atraparme en un tropiezo hasta el punto de representarme en su imaginación como un tonto, un crédulo ignorante capaz de caer en
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las trampas de un: ¡Fern! Razonemos, Hermano mío. Dejemos de lado por completo el hecho de que soy un iniciado, un adepto, y razonemos la posición que sus facultades imaginativas han creado para mí, como dos mortales comunes con una cierta dosis de sentido común en mi cabeza, y una gran dosis de lo mismo en la suya. ¡Si está dispuesto a concederme incluso tan poco, estoy dispuesto a demostrarle que es absurdo pensar que yo podría haber caído en las redes de un ardid tan pobre! Usted escribe que para ponerme a prueba, Fern quería saber "si Morya deseaba que (la visión de él) se publicara, y que Morya responde cayendo totalmente en la trampa de que sí lo deseaba". Ahora, dar crédito a la última afirmación es bastante difícil; y se necesita un hombre con algo de sentido común y poderes de razonamiento moderados para percibir que hay dos dificultades insuperables para poder reconciliar su opinión anterior de mí y la creencia de que realmente caí en la trampa. 1a: La sustancia y el texto de la visión. En esa visión hay tres seres misteriosos: el "gurú", el "Poderoso" y el "Padre"; siendo este último su humilde servidor. Ahora bien es difícil creer, a menos que se me atribuyan facultades de médium alucinado —que yo, a sabiendas de que nunca me había acercado, hasta entonces, al joven caballero a menos de una milla, ni lo había visitado en sus sueños— que yo fuera a creer la realidad de la visión descrita, o que, al menos, una afirmación tan extraña no habría de despertar mis sospechas. 2da. La dificultad de conciliar el doble hecho de que
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yo soy "un tipo imperioso" que se enoja mucho cuando se lo contradice, y, mi tranquila sumisión a la desobediencia, la rebelión de un chela en probación, que al enterarse de que "Morya lo deseaba —es decir, que se publicara su visión— y que en realidad había prometido reescribirla, nunca pensó en obedecer el deseo después de eso, ni el pobre y fatuo gurú y "Padre" pensó más en el asunto. Ahora bien todo lo anterior se aclararía bastante incluso para un hombre de intelecto medio. Al haber sucedido lo contrario, y un hombre de indudablemente grandes poderes intelectuales y de razonamiento aún mayores, al quedar atrapado en la telaraña más burda de falsedades jamás imaginada, la conclusión es perentoria y no se puede formular otra: ese hombre se permitió, sin saberlo, gratificar su pequeño sentimiento vengativo a expensas de su lógica y sentido común. Basta, y no hablaremos más de eso. Con todo eso, y si bien expreso abiertamente mi disgusto por la soberbia y egoísmo de usted en muchas cosas, francamente reconozco y expreso mi admiración por sus muchas otras admirables cualidades, por sus excelentes méritos y sentido común en todo lo que no esté directamente relacionado con usted mismo, —en cuyos casos se vuelve tan imperioso como yo, solo que mucho más impaciente— y espero de todo corazón que me disculpe por mi franca y —según su código de modales occidental— grosera forma de expresarme.
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A la vez, al igual que usted, diré, que no solo no le guardo rencor, y que lo aprecio a pesar de eso, sino que lo que digo es una estricta realidad, la expresión de mis sentimientos genuinos, no simplemente palabras escritas para satisfacer un sentido del deber contraído". Y ahora, que me he convertido en su portavoz de Morya, tal vez, se me permita decir algunas palabras por mi cuenta. Comenzaré recordándole, que en diferentes momentos, en especial durante los últimos dos meses, usted se ha ofrecido repetidas veces como chela, y el primer deber de este es escuchar sin enojo o rencor cualquier cosa que el gurú pueda decir. ¿Cómo podemos nosotros enseñar o usted aprender si tenemos que mantener una actitud completamente ajena a nosotros y a nuestros métodos: la de dos hombres de la Sociedad? Si realmente desea ser un chela, es decir, convertirte en el destinatario de nuestros misterios, debe adaptarte a nuestras formas, no nosotros a las suyas. Hasta que lo haga, es inútil que espere más de lo que podemos ofrecer en circunstancias ordinarias. Usted quería enseñarle a Morya, y quizás descubra, (y lo hará si M. me permite hacerlo a mi manera) que él le ha enseñado una, que nos hará ya sea amigos y hermanos para siempre, o, si en usted hay más del caballero occidental, que del chela oriental y futuro adepto romperá con nosotros disgustado y tal vez lo proclame por todo el mundo. Para esto todos estamos preparados y estamos tratando de acelerar la crisis de una forma u otra. Noviembre
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se acerca rápidamente y para entonces todo tiene que estar resuelto. La segunda pregunta: ¿no cree usted mi buen Hermano, que el tipo incivilizado e imperioso que le dice lo que piensa, honestamente y por el propio bien de usted, y, a la vez cuidadosamente aunque invisible —lo protege a usted, a su familia y reputación de cualquier posible daño— sí, hermano, hasta el extremo de vigilar durante noches y días a un servil rufián musulmán empeñado en vengarse de usted y destruir los malvados planes de él, no cree que valga diez veces su peso en oro, [que] un residente británico, un caballero, que destruye su reputación a sus espaldas y le sonríe y estrecha la mano con cordialidad cada vez que se encuentran? ¿No cree que es mucho más noble decir lo que uno piensa, y habiendo dicho, eso que incluso naturalmente usted considera una impertinencia, y luego prestar a la persona así tratada todo tipo de servicios de los que es probable que él nunca escuche ni descubra, que hacer lo que el altamente civilizado coronel o el general Watson y especialmente la mujer de él han hecho, cuando al ver por primera vez en sus vidas a los dos extraños en su casa —Olcott y un juez nativo en Baroda— pusieron un pretexto para menospreciar la Sociedad, ¡porque usted estaba en esta!? No le repetiré las mentiras de las que ellos fueron culpables, las exageraciones y calumnias dirigidas contra usted por la Sra. Watson, y corroboradas por su esposo, el valiente soldado,
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tan impresionado e imperturbable estaba el pobre Olcott, por el inesperado ataque, él que se siente tan orgulloso de que usted pertenezca a la Sociedad que apeló en su consternación a M. Si hubiera escuchado lo que dijo de usted este último, cuánto apreciaba su actual trabajo y su estado de ánimo le habría concedido con gusto el derecho de ser ocasionalmente aparentemente grosero. Le prohibió a él decir más de lo que ya le había dicho a H.P.B. y que, como mujer que es, inmediatamente se lo transmitió al Sr. Sinnett —aunque estaba enojada con usted en ese momento ella incluso se molestó por el insulto y la ofensa que le hicieron a usted— y en realidad se tomó la molestia de mirar hacia atrás en ese pasado que como dijo la Sra. Watson usted recibía hospitalidad en la casa de ellos. Tal es, entonces, la diferencia entre los supuestos bienquerientes y amigos de origen superior occidental, y los supuestos malquerientes de la raza inferior oriental. Aparte de esto le concedo el derecho de sentirse enojado con M.; ya que él ha hecho algo que aunque está en estricta conformidad con nuestras reglas y métodos, cuando se conozca, causará una profunda molestia en la mente occidental, y,
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de haberlo yo sabido a tiempo para detenerlo, sin duda habría evitado que se hiciera. En verdad el Sr. Fern es muy amable al expresar su intención de "atraparnos", "no por supuesto para exponer a la Vieja Dama", ya que ¿qué tiene que ver la pobre "Vieja Dama" con todo esto? Pero es bienvenido a atraparnos e incluso a exponernos, no solo por su protección y la de ustedes sino por la del mundo entero si eso de alguna manera lo consuela por su fracaso. Y fracasará, eso es seguro, si continúa de esa manera jugando un doble juego. La opción de recibirlo a él o no como chela regular, queda en manos del Chohan. M. simplemente tiene que probarlo, tentarlo y examinarlo por todos y cada uno de los medios, para que exhiba su verdadera naturaleza. Esta es una regla tan inexorable con nosotros como lo es de repugnante para su visión occidental, y yo no podría evitarlo aunque quisiera. No es suficiente saber a fondo lo que el chela es capaz de hacer o no hacer en el momento y bajo las circunstancias durante el período de probación. Tenemos que saber de lo que puede llegar a ser capaz bajo diferentes oportunidades de todo tipo. Hemos tomado todas las precauciones. Ninguno de nuestros Upasikas o Yu-posah, ni H.P.B. ni O., ni siquiera
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Damodar, ni ninguno de ellos puede ser incriminado. Lo invitamos a él a que muestre todas las cartas en su poder y que divulgue lo que se le ofreció hacer, (la elección entre los dos caminos se deja a su elección) y lo que realmente ha hecho, o más bien no ha hecho. Cuando llegue el momento —si alguna vez llega para desgracia de él— tenemos los medios para mostrar cuánto de eso es cierto y cuánto es falso e inventado por él. Mientras tanto, tengo un consejo que ofrecer. Observe y no diga ni una palabra. Él fue, es y será tentado a hacer todo tipo de cosas malas. Como digo, yo no sabía nada de lo que sucedía hasta el otro día; al enterarme de que incluso mi nombre quedó indirectamente involucrado con la probación, advertí a quién debía advertir y prohibí estrictamente que mis propios asuntos se vieran involucrados con eso. Sin embargo, es un magnífico sujeto para la clarividencia, y no es tan malo como usted cree. Él es engreído, ¿pero quién no lo es? [¿]Quién de nosotros está completamente libre de este defecto[?] Él puede imaginar y decir lo que quiera, pero que usted se deje llevar por un prejuicio cuya existencia ni siquiera está dispuesto usted a admitir, ¡es en verdad extraño! El que usted sinceramente dé crédito a la afirmación de que M. fue engañado y que cayó en la trampa del Sr. Fern es algo realmente demasiado ridículo, cuando incluso O.
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no solo la "Vieja Dama" nunca creyeron en eso, ya que sabían que él iba a estar en probación, y también sabían lo que eso significaba. M. hizo un gran esfuerzo días atrás, por demostrarle a usted que él nunca fue embaucado, como usted esperaba, y que la sola idea lo hizo reír; y sin duda Olcott le dará a usted una buena prueba de ello, aunque él está en el interior de Ceilán en este momento, donde no pueden llegar cartas y mucho menos telegramas. Tampoco este "fraude", si así desea llamarlo, es de nuestro interés, por la simple razón de que no tenemos interés en eso, sino en el Sr. Fern y la Sociedad, en las ideas de H.P.B. Pero, ¿por qué llamarlo fraude? Él le pidió a ella su consejo, se preocupó y le suplicó, y ella le dijo: "Trabaje por la causa; trate de investigar e indagar para así obtener todas las pruebas que pueda sobre la existencia de los Hermanos. Como verá ellos no vendrán este año, pero hay muchos Lamas que descienden cada año a Simla y al vecindario, y entonces, consiga todas las pruebas que pueda para usted y para el Sr. Hume, etc." ¿Hay algo malo en esto? Cuando ella recibió el ms. que contenía la visión de él, ella le preguntó a M. y al que se llama en este "el Poderoso" y el "Padre" y todo eso, le contó a ella la verdad y luego le ordenó que le preguntara al Sr. Fern si lo iba a publicar, diciéndoles a ella y a O. de antemano que él no lo haría. Lo que Morya sabe de
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esta y otras visiones, solo él lo sabe e incluso yo nunca interferiré en sus formas de instruir, por desagradables que puedan ser para mí personalmente. La "Vieja Dama", ya que me pregunta, por supuesto no se enterará de nada. Pero usted debe saber que desde que ella se fue a Baroda, tiene una opinión de Fern peor que incluso la suya. Allí se enteró de ciertas cosas de él y de Brookes, y escuchó otras de este último, siendo él como usted sabe el Mejnoor de Fern en Baroda. Ella es mujer aunque sea una Upa-si-ka (discípula) y excepto en asuntos ocultos apenas si puede mantener la boca cerrada. Creo que ya es suficiente. Lo que sea que haya sucedido o vaya a suceder, afectará a Fern, a nadie más. He oído hablar de la gran prevista Converazione teosófica, y si, en ese momento todavía sigue siendo teósofo, por supuesto es mejor que sea en su casa. Y ahora, me gustaría decirle unas palabras de despedida. A pesar del doloroso conocimiento que tengo de su principal y casi único defecto, uno que usted mismo ha confesado en su carta dirigida a mí, deseo que me crea, mi estimado Hermano, cuando digo que es grande y muy sincera mi consideración y respeto por usted en todo lo demás. Tampoco, es probable que me olvide, pase lo que pase, que durante muchos meses, sin esperar ni pedir ninguna recompensa o ventaja para usted ha trabajado
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con ahínco, a diario, por el bien de la Sociedad y de la humanidad en general con la única esperanza de hacer el bien. Y, le ruego, buen Hermano, que no considere como "reproches" ninguna de mis simples observaciones. Si, he discutido con usted, fue porque me vi obligado a hacerlo, ya que el Chohan las consideraba (las sugerencias de usted) como algo sin precedentes; reclamos, en la posición que él está, a no ser escuchados ni por un instante. Aunque ahora usted quizá considere los argumentos dirigidos en su contra a la luz de "reproches inmerecidos", sin embargo quizá algún día reconozca, que usted realmente "quería concesiones irrazonables". El hecho de que, sus apremiantes propuestas —que a usted (y a nadie más) se le permitiera, de ser posible adquirir algún don fenoménico, que se usaría para convencer a otros— aunque puede aceptarse simplemente, en su sentido de letra muerta, "como una sugerencia para (mi) consideración" y que esta, "de ninguna manera constituía un reclamo", sin embargo, para cualquiera que pudiera leer debajo de la superficie de las líneas, parecía, de hecho, un evidente reclamo. Tengo todas sus cartas, y no hay una que no emane el espíritu de un resuelto reclamo, una petición merecida, es decir, una demanda de lo que corresponde y cuyo rechazo le da derecho a usted de sentirse agraviado. No tengo dudas, de que esa no era
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Pase lo que pase, espero que no se tome a mal las amistosas verdades que ha escuchado de nosotros. ¿Por qué debería? ¿Le molestaría que la voz de su conciencia le susurrara que a veces es irrazonablemente impaciente y no tan tolerante como le gustaría ser? Es cierto, que ha estado trabajando por la causa sin tregua durante muchos meses y en muchas direcciones; pero no debe pensar que porque nunca hayamos mostrado ningún conocimiento de lo que ha estado haciendo, ni que, porque nunca le hayamos reconocido o agradecido en nuestras cartas, que somos ingratos por, o ignoramos deliberadamente o de otra manera lo que ha hecho, ya que
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de todos nuestros Tchutuktus que están al tanto de nuestras relaciones mutuas. Nunca habría mencionado este hecho, excepto que estoy en condiciones de demostrarle a usted adjuntando aquí una carta de Subba Row a mí, llena de excusas, y otra a H.P.B., igualmente llena de verdades sinceras, ya que ambos son chelas, o más bien discípulos. Espero no estar cometiendo una indiscreción, en el sentido occidental. Por favor regréseme ambas después de leerlas y anotar lo que dicen. Esto se le envía a usted con estricta confidencialidad y solo para su instrucción personal. Percibirá allí, cuánto ustedes los ingleses tienen que deshacer en la India, antes de esperar hacer algo bueno en el país. Mientras tanto, debo concluir, reiterándole una vez más la certeza de mis sinceros saludos y estima. Atentamente Créame que usted es demasiado severo e — injusto con Fern.
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Contexto y antecedentes
Esta es la carta adjunta a la Carta de los Mahatmas N. ° 73. Es la respuesta del Mahatma K.H. a la carta de A.O. Hume a él quejándose de Edmond W. Fern. Al comienzo de la Carta No. 73, dice que el Chohan lo "obliga" a responder la carta de Hume, pero no sabe si está "dentro de los límites de su código de cortesía". Así que envía esta respuesta a Hume primero a A.P. Sinnett para que la lea antes de reenviarla.
Varias cartas recibidas en este lapso de tiempo en particular están estrechamente relacionadas, y al final de la siguiente carta a considerar (N.° 75), el Mahatma M. adjunta una nota pidiendo a Sinnett que no entregue esta carta (N.° 74) a Hume. Probablemente Sinnett siguió este consejo; de lo contrario, el original (ya que es para Hume) no estaría en el Museo Británico con las otras cartas de los Mahatmas. Es una carta importante, que establece muy claramente la actitud de los Mahatmas hacia el chelado y aquellos que aspiran a esa meta. Obviamente, Sinnett la guardó con sus propias cartas. Se trata principalmente de las dificultades que los Mahatmas estaban teniendo con Hume y en particular las relacionadas con su secretario, Fern. Al parecer, Hume había escrito una carta anterior al Mahatma KH sobre Fern, que este último no respondió.
La carta se refiere a una "trampa" que Hume pensó que Fern había tramado para el Mahatma M. (y en la que, en opinión de Hume, M. cayó) relacionada con un artículo que Fern había escrito sobre una "visión" que había tenido (o imaginado que había tenido) un tiempo atrás. Hume escribió que para poner a prueba al Mahatma M., Fern quería saber "si Morya deseaba que se publicara (su artículo), y Morya responde cayendo en la trampa, que sí lo deseaba". En esta visión, había tres seres misteriosos: el "gurú", el "Poderoso" y el "Padre", siendo este último el Mahatma Morya. Después de algunos comentarios adicionales, Morya (en la versión de KH acerca de su reacción) dice que todo es ridículo y "no hablaremos más de eso".
Descripción física de la carta
El original se encuentra en la Biblioteca Británica, Folio 3. Según George Linton y Virginia Hanson, la carta se escribió:
Esta larga carta a AOH está en 13 hojas de papel blanco de 8 1/2" X 11" [21,6 X 27,9 cm] en tinta azul oscuro, con letra gruesa. La cita de una de las cartas de AOH a KH en la parte inferior de la página 226 y la parte superior de la página 227 está en facsímil de la propia escritura de AOH, en la que se han subrayado pasajes con lo que parece ser un lápiz azul. [2]
Notas
- ↑ George E. Linton and Virginia Hanson, eds., Readers Guide to The Mahatma Letters to A. P. Sinnett (Adyar, Chennai, India: Theosophical Publishing House, 1972), 128.
- ↑ George E. Linton and Virginia Hanson, eds., Readers Guide to The Mahatma Letters to A. P. Sinnett (Adyar, Chennai, India: Theosophical Publishing House, 1972), 127.