Carta de los Mahatmas No. 75
Esta es la Carta N.° 75 en Las Cartas de los Mahatmas a A.P. Sinnett, 4.ª edición cronológica (en inglés). Corresponde a la Carta N.° 53 en la numeración de Barker. Ver a continuación contexto y antecedentes
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Página 1 - traducción, imagen y notas
Estrictamente privado y confidencial Mi paciente — amigo: — Ayer, le envié una breve nota, y que acompañó una larga carta a Hume — la hice certificar en algún lugar del C. Central por un amigo encantado y libre; hoy, es una larga carta para usted, y está destinada a ser acompañada por un redoble de jeremiadas, una triste historia de un desconcierto, que quizá, o no lo haga reír como a ese corpulento hermano mío, pero que me hace sentir como el poeta: que no podía dormir bien, "Porque su alma retenía demasiada luz debajo de sus párpados por la noche". Lo oigo a usted murmurar para sí: "¡Ahora qué diablos quiere decir!" Paciencia, mi mejor amigo anglo-indio, paciencia; y cuando haya oído la conducta indecorosa de mi malvado hermano, que se ríe más que nunca, verá claramente, por qué, he llegado a arrepentirme, de que en lugar de probar en Europa, el fruto del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, no haya permanecido en Asia, en toda la sancta simplicitas del desconocimiento de modos y modales de ustedes ya que entonces, ¡ahora también yo estaría sonriendo de oreja a oreja! ¡Me pregunto qué dirá usted cuando se haya enterado del terrible secreto! Anhelo saberlo, para librarme de una pesadilla. Si usted me encontrase ahora, por primera vez, en los callejones sombríos de Simla, y me exigiera toda la verdad, me oiría contársela, siendo muy desfavorable para mí. Mi respuesta a usted, le recordaría al mundo —si usted fuera lo suficientemente cruel como para repetirla— ¡la famosa respuesta dada por Warren
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Hastings al "perro Jennings" en su primer encuentro con el exgobernador después de su regreso de la India! "Mi estimado Hastings", preguntó Jennings, "¿es posible que sea el gran bribón que dice Burke, y que todo el mundo se inclina a creer?" — "Puedo asegurarle, Jennings", fue la triste y calma respuesta, "que aunque a veces me vi obligado a parecer un bribón para la Empresa, nunca lo fui para mí mismo". Soy el W.H. por los pecados de la Hermandad. Pero a los hechos. Por supuesto usted ya sabe —creo que se lo contó a la "V.D."— que cuando tomamos candidatos a chela, hacen el voto de secreto y silencio con respecto a cada orden que reciben. Uno tiene que demostrar que es apto para el chelado, antes de descubrir si lo es para el adeptado. Fern está en esa probación; ¡y me han preparado un buen lío entre ellos dos! Como ya sabe por mi carta a Hume, él no era de mi interés, yo no sabía nada de él, más allá de sus notables facultades, sus poderes para la clariaudiencia y la clarividencia, y su tenacidad de propósito aún más notable, su fuerte voluntad y otros etcs. De carácter libertino e inmoral durante años, un Pericles de taberna con una dulce sonrisa por cada Aspasia de la calle, se había reformado completa y repentinamente después de unirse a la Sociedad Teosof., y "M." se hizo cargo de él en serio. No es asunto mío contarle ni siquiera a usted, cuánto hay de verdad en las visiones de él y cuánto de alucinación, o incluso tal vez: ficción. Que él embaucó
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a nuestro amigo Hume de manera considerable, debe ser así, ya que el Sr. Hume me cuenta las historias más maravillosas sobre él. Pero lo peor de todo este asunto es, lo siguiente. Lo engañó tan bien, de hecho, que aunque H. no creyó ni una palabra cuando Fern dijo la verdad, nuestro respetado Pdte. de la Ecléctica aceptó casi todas las mentiras que contó Fern: como verdad de evangelio. Ahora comprenderá fácilmente, que es imposible para mí tratar de corregirlo (a H), ya que F. es chela de M., y que no tengo derecho alguno, ya sea legal o social, según nuestro código, a interferir entre los dos. De las varias quejas, sin embargo, es la más pequeña. Otra de nuestras costumbres, al mantener correspondencia con el mundo exterior, es confiarle a un chela la tarea de entregar la carta o cualquier otro mensaje; y si no es absolutamente necesario, no pensar más en ello. Muy a menudo nuestras propias cartas —a menos que sea algo muy importante y secreto— las escriben nuestros chelas con nuestra caligrafía. Así, el año pasado, algunas de mis cartas a usted se precipitaron, y cuando se detuvo la cómoda y fácil precipitación, bueno no tuve más que aquietar mi mente, adoptar una posición cómoda y pensar, y mi fiel "Desheredado" no tuvo más que copiar mis pensamientos, cometiendo solo ocasionalmente un error. Ah, amigo mío, yo llevaba una vida tranquila hasta el mismo día
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en que surgió la Ecléctica con sus altibajos. . . De todos modos, este año, por razones que no necesitamos mencionar, tengo que hacer yo mi propia labor, la totalidad de esta, y a veces me cuesta mucho, y me impaciento por ello. Como dice Jean Paul Richter en algún punto, la parte más dolorosa de nuestro dolor corporal es la que es incorpórea o inmaterial, a saber nuestra impaciencia y la ilusión de que durará por siempre... Habiéndome permitido un día actuar como si estuviese trabajando bajo tal engaño, en la inocencia de mi alma cándida, confié la sacralidad de mi correspondencia a las manos de ese alter ego mío, el tipo malvado e "imperioso", su "Ilustre", quien se aprovechó indebidamente de mi confianza en él y: ¡me colocó en la posición en la que estoy ahora! El desgraciado se ríe desde ayer, y le confieso la verdad me siento inclinado a hacer lo mismo. Pero como inglés, me temo que usted se aterrorizará ante la enormidad del crimen de él. Sabe, que a pesar de sus faltas, el Sr. Hume es absolutamente necesario, hasta ahora, para la S.T. A veces me irrito mucho por sus mezquinos sentimientos y espíritu de venganza; sin embargo, tengo que soportar sus debilidades, que lo llevan en un momento a irritarse porque aún no es mediodía, y en otro porque ya lo es.
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Pero nuestro "Ilustre" no tiene precisamente esa opinión. El orgullo y concepto de sí mismo del Sr. Hume —argumenta él— desean como dice nuestro dicho, que toda la humanidad tuviese solo dos rodillas dobladas, para hacerle puja a él; y él M., no lo va a consentir. No hará nada, por supuesto, para dañarlo o incluso fastidiarlo a él intencionalmente; por el contrario, tiene la intención de protegerlo siempre como lo ha hecho hasta ahora; pero no levantará el dedo meñique para desengañarlo. La sustancia y esencia de su argumento se resumen en lo siguiente: "Hume se rio y se burló de los fenómenos reales y genuinos (cuya producción nos ha llevado muy cerca de caer en desgracia ante el Chohan), solo y únicamente porque las manifestaciones no fueron esbozadas por él mismo, ni fueron producidas en su honor o para su único beneficio. Y ahora que se sienta feliz y orgulloso de las misteriosas manifestaciones de su propia hechura y creación. Que se burle de Sinnett en lo más profundo de su orgulloso corazón, e incluso tirando indirectas a los demás, de que incluso él, Sinnett, no era tan favorecido. Nadie ha intentado nunca un engaño deliberado, ni se le permitiría a nadie intentar nada por el estilo. Se ha hecho que todo siga su curso natural y ordinario. Fern está en manos de dos astutos, "moradores del umbral" como los llamaría Bulwer, dos dugpas que conservamos para hacer nuestro trabajo carroñero y para extraer los vicios latentes, si los hubiera, de los candidatos; y Fern se ha mostrado en general, mucho mejor y más moral de lo que se suponía que era. Fern tan solo ha hecho lo que
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se le ordenó hacer; y se mantiene en silencio porque es su primer deber. En cuanto a su postura ante Hume, y su afectación ante sí mismo y los demás como vidente, ya que ha terminado creyéndoselo, y que no son más que ciertos detalles los que en verdad pueden llamarse ficción, o para decirlo de manera más directa mentirijillas: solo se ha hecho un verdadero daño a sí mismo. Los celos y el orgullo de Hume siempre serán un obstáculo, para impedir que se trague tanto la verdad como la ficción ornamental; y Sinnett es lo suficientemente astuto como para tamizar muy fácilmente las realidades y los sueños de Fern... [¿]Por qué entonces, debería yo, o usted o cualquier otro" concluye M. — "ofrecerle un consejo a alguien que seguramente no lo aceptará, o, lo que será aún peor, en caso de que se entere con certeza de que se le ha permitido hacer el ridículo — es aún más seguro que se convierta en un enemigo irreconciliable de la Sociedad, la Causa, los Fundadores que tanto sufren y todo eso[?] Déjelo, entonces, estrictamente solo. . . Él no estará agradecido por desengañarlo. Por el contrario. Olvidará que nadie debe ser culpado sino él mismo; que nadie le había susurrado una palabra que pudiera haberlo llevado a sus delirios adicionales; sino que se volverá más ferozmente que nunca en contra de esos tipos: los adeptos y los llamará públicamente impostores, jesuitas y simuladores. Usted (yo) le proporcionó un genuino fenómeno pucka, y eso debería satisfacerlo a él en cuanto a la posibilidad de todo lo demás". Tal es el razonamiento de M.; y si yo no estuviese indirectamente envuelto en el quiproquo, también sería el mío. Pero ahora, debido a los señuelos que plantó ese
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monito embaucador: Fern, me veo obligado a molestarlo a usted por un consejo amistoso, ya que nuestros modos no son los de ustedes, y viceversa. Pero ahora mire lo que sucedió. Hume ha recibido últimamente muchas cartas mías; y espero que usted amablemente siga conmigo el destino y las diversas fortunas de tres de estas, desde el primer momento en que él comenzó a recibirlas de manera directa. Intente también, comprender bien la situación y así darse cuenta de mi posición. Como teníamos tres chelas en Simla, —dos regulares y uno irregular— el candidato Fern, tuve la desafortunada idea de ahorrar fuerza, de economizar, como si tuviera una “Caja de Ahorros”. A decir verdad, traté de separar tanto como fuera posible dadas las circunstancias, la sospechada “Sede Central” de cada fenómeno producido en Simla; por lo tanto de la correspondencia que intercambiamos el Sr. Hume y yo. A menos que HPB, Damodar y Deb, estuvieran completamente desconectados, no había manera de decir qué podría suceder, o no. La primera carta: la que se encontró en el invernadero se la di a M. para que uno de los dos chelas regulares la dejara en la casa del Sr. H. Él se la dio a Subba Row, ya que tenía que verlo ese día; S.R. la pasó de la manera acostumbrada (por correo) a Fern, con instrucciones de ya sea dejarla en la casa del Sr. Hume o de enviarla por correo, en caso de que temiera que el Sr. H. le preguntara, ya que Fern no podía, no tenía derecho a responderle y por lo tanto se vería obligado a decirle
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Por supuesto que usted comprende que le escribo esto de manera estrictamente confidencial, confiando en su honor de que pase lo que pase usted no traicionará a Fern. De hecho (y he examinado esto con mucha atención) el muchacho fue inducido a asumir la culpa de un engaño jesuítico deliberado más bien a través de los constantes insultos de Hume, la actitud sospechosa y los deliberados desaires en las comidas y durante las horas de trabajo, que por cualquier motivo como consecuencia de sus relajadas nociones sobre la moral. Luego las cartas de M. (producción del afable dug-pa, en realidad exdugpa, cuyos pecados pasados nunca le permitirán expiar completamente sus fechorías) dicen claramente: — "haga, ya sea esto o aquello, o de tal manera"; ¡lo tientan y lo llevan a imaginar que al no hacer daño a ningún ser humano y cuando el motivo es bueno, todas las acciones se vuelven legales! Así fui tentado en mi juventud, y casi había sucumbido dos veces a la tentación, pero mi tío me salvó de caer en la monstruosa trampa; y también lo fue el Ilustre, que es un ocultista ortodoxo pucka y se aferra religiosamente a las viejas tradiciones y métodos; y también lo sería cualquiera de ustedes si yo hubiera consentido en aceptarlos como chelas. Pero como fui consciente desde el principio, de lo que usted ha confesado, en una carta a HPB, a saber, que había algo sumamente repulsivo para la mejor clase de mentes europeas en esa idea de ser probado, de estar en probación, yo por lo tanto siempre había evitado aceptar la propuesta a menudo expresada por el Sr. Hume de convertirse en chela. Esto puede, tal vez, darle la clave de toda la situación. Sin embargo esto es lo que sucedió.
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Fern había recibido una carta mía a través de un chela, con el mandato de hacer que llegara a destino de inmediato. Ellos iban a desayunar, y no había tiempo que perder. Fern había arrojado la carta sobre una mesa y debería haberla dejado allí, ya que entonces él no habría tenido ocasión, de mentir. Pero él estaba molesto con H., e ideó otra artimaña. Colocó la carta en los pliegues de la servilleta del Sr. H., quien en el desayuno la tomó y accidentalmente la carta cayó al suelo; aparece, para el terrible susto de "Moggy" y la feliz sorpresa de Hume. Pero, al regresar su vieja sospecha, (una sospecha que él siempre había albergado desde que le escribí que mi primera carta fue llevada al invernadero por uno de los chelas de M., y que mi chela poco podía hacer, aunque antes había visitado de manera invisible cada parte de la casa) — Hume mira fijo a Fern y le pregunta — si fue él quien la había colocado allí. Ahora tengo toda la imagen ante mí del cerebro de F. en ese instante. Hay un fugaz destello: "esto me salva... ya que puedo jurar que nunca la puse allí" (es decir el lugar en el suelo, donde había caído). No, es su rotunda respuesta. — "Nunca la he puesto ALLÍ" — agrega mentalmente. Luego una visión de M. y un sentimiento de intensa satisfacción y alivio por no haber sido culpable de una mentira directa. Imágenes confusas de algunos jesuitas que él había conocido, de su pequeño hijo, un pensamiento desconectado de su habitación y vigas en el jardín del Sr. H., etc., ¡ni un pensamiento de autoengaño! De verdad, entonces, nuestro amigo fue engañado solo una vez, pero yo pagaría
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Ahora pasemos al coronel Chesney. Dado que de manera real y sincera él fue lo suficientemente amable, parece, como para discernir algo en los contornos de la cara del pobre y humilde amigo de usted; una impresión que extrajo, muy probablemente, de las profundidades de su imaginación más que de cualquier presencia real de una expresión tal como usted dice, producción de Dj. Khool o M.; el primero se sintió muy orgulloso y me pidió permiso para precipitar otro retrato similar, para el Coronel Chesney. Por supuesto, se concedió el permiso, aunque la idea me causó gracia, y M. le dijo a D.K. que al Cnel. también le causaría gracia lo que él presumiría como vanidad de mi parte. Pero D.K. deseaba intentarlo y entonces fue a pedir permiso para
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presentarlo él mismo al Coronel Chesney; un permiso que fue, por supuesto, rechazado por el Chohan y él mismo fue reprendido. Pero el retrato estuvo listo tres minutos después de que lo hube aceptado, y D.K. parecía inmensamente orgulloso de esto. Él dice, y tiene razón, creo, que este retrato es el mejor de los tres. Bueno, fue de la manera habitual, a través de Djual Khool, Deb y Fern, HPB y Damodar estaban ambos en Poona en ese momento. M. estaba entrenando y probando a Fern para un fenómeno, por supuesto uno genuino, para que Fern pudiera producir una manifestación pucka en la casa del Coronel Chesney; pero, aunque Fern juró que necesitaba solo tres meses de preparación, M. sabía que nunca estaría listo para esta época, ni creo que esté listo el próximo año. De todos modos, le confió la nueva imagen a Fern, diciéndole nuevamente que la enviara mejor por correo, ya que si el Coronel alguna vez llegara a enterarse de que Fern había participado en eso, no creería ni siquiera en la producción precipitada. Pero D.K. quería que se lo entregara de inmediato, y mientras el Coronel, como él dijo, "todavía tenía al Maestro vívido en la cabeza", y Fern, el joven tonto y engreído, responde: "No; antes de hacer nada en relación con el 'paquete', debo estudiarlo (al Coronel Chesney) más a fondo (!!) Quiero, esta vez, obtener los resultados más altos posibles al primer intento. Por lo que he visto del autor de la "Batalla de Dorkin" no he podido quedar satisfecho con él... Mi padre me dijo que fuera sus 'ojos' y 'oídos' —
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él no siempre tiene tiempo — ¡¡debo descubrir al personaje con el que tenemos que lidiar"!! En el intervalo, yo, temiendo que el Maestro Fern pueda, tal vez, colocar el retrato en los pliegues de la "servilleta" del Coronel Chesney y producir alguna "manifestación espiritual con su pie", le escribí a usted desde Poona a través de Damodar, dándole creo un indicio muy claro, el cual, por supuesto, no entendió pero ahora sí. Mientras tanto, ayer por la mañana D.K. vino y me dijo que Fern todavía tenía su retrato y que temía que haya habido o hubiese alguna trampa. Entonces inmediatamente desperté a mi muy indiferente hermano de su apatía. Le mostré cuán peligrosa era la situación si quedaba en las manos inescrupulosas de un muchacho, cuyo sentido de la moralidad estaba aún más embotado, por las pruebas de la "probación" y el engaño que consideraba casi legal y permisible y: lo despertó finalmente a la acción. M. le envió un telegrama a Fern de su puño y letra, esta vez, de las Provincias Centrales — (Bussawla, creo, donde vive un chela) ordenándole a Fern que enviara inmediatamente el paquete que tenía para el Coronel a su dirección por correo — y Fern, por lo que veo lo recibió, ayer, en la mañana, según nuestro horario (martes 22). Y entonces cuando usted oiga hablar de este, sabrá toda la verdad.
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He prohibido estrictamente que se entreguen a Fern mis cartas o cualquier cosa relacionada con mis asuntos. Por lo tanto, al Sr. H. y a usted o a cualquier otra persona de Simla les doy mi palabra de honor de que Fern no tendrá nada más que ver con mis asuntos. Pero, mi estimadísimo amigo, debe prometerme fielmente, y por mi bien, que nunca revelará ni una palabra de lo que le dije a nadie, y mucho menos a Hume o Fern; a menos que Fern lo obligue por sus mentiras a detenerlo, en cuyo caso puede usar lo que crea apropiado, para obligarlo a callarse, sin embargo, sin permitirle nunca saber cómo y por quién se ha enterado. Aparte de esto, [haga] uso del conocimiento, a discreción. Lea mi carta, certificada y enviada ayer a nombre de usted desde Bussawla, o más bien mi carta a Hume con cuidado y piénselo bien antes de enviársela; porque esta carta puede provocarle un ataque de locura y herir su orgullo y hacer que abandone la Sociedad de inmediato. Mejor guárdela, como medio para una emergencia futura para demostrarle a él que al menos, yo, soy alguien, que no permitirá que se influya ni siquiera a mis enemigos por medios injustos. Al menos, así considero yo los medios que el Sr. Fern parece muy dispuesto a utilizar. Pero sobre todo, buen y fiel amigo, no se permita malinterpretar la verdadera posición de nuestra
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Gran Hermandad. Por oscuros y tortuosos que puedan parecer a su mente occidental los caminos recorridos y los modos en que nuestros candidatos son llevados a la gran Luz, usted será el primero en aprobarlos cuando los conozca a todos. No juzgue por las apariencias, ya que puede cometer un grave error y perder sus propias oportunidades personales de aprender más. Solo esté atento y: observe. Si el Sr. Hume consiente en esperar tendrá más, y mucho más fenómenos extraordinarios para silenciar a los críticos de los que tuvo hasta ahora. Ejerza su influencia con él. Recuerde que en noviembre llega la gran crisis, y septiembre estará lleno de peligros. Salve al menos nuestras relaciones personales del gran naufragio. Fern es el sujeto psicológico más extraño que haya conocido. La perla está dentro, y en verdad profundamente oculta bajo la poco atractiva concha de ostra. No podemos romperla de una vez; ni podemos permitirnos perder a tales sujetos. Mientras usted se protege a sí mismo, protéjalo a él de Hume. En general nunca confío en una mujer, como tampoco en un eco; ambos son del género femenino porque la diosa Eco como una mujer, siempre tendrá la última palabra. Pero con su señora es distinto, y creo firmemente que usted
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puede confiarle lo anterior, si lo considera apropiado. Pero cuidado con la pobre señora Gordon. Una excelente dama, pero hablando mataría a la mismísima Muerte. Y ahora he concluido. Atentamente, Por favor, no lo considere un cumplido, pero créanme cuando digo que sus dos Cartas y especialmente "La evolución del hombre" son sencillamente MAGNÍFICAS. No tema ninguna contradicción o inconsistencia. Lo repito: anótelas y envíemelas y verá. Le ruego, gentil señor, que guarde en su baúl la tonta carta enviada ayer a Sahib Hume y déjela reposar allí hasta que se la requiera. Le digo que causará daño y nada bueno. K.H. es demasiado sensible con creces: se está convirtiendo en una auténtica Señorita de la Sociedad Occidental. Atentamente,
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NOTAS:
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Contexto y antecedentes
Esta carta se escribe al día siguiente de aquella en la que él publicó su nota adjunta a la larga carta a Hume.
El Mahatma, al asumir los "pecados" de la Hermandad, se compara con Warren Hastings, quien aparentemente tuvo que soportar el peso de los abusos cometidos por la Compañía Británica de las Indias Orientales. Hastings fue el primer Gobernador General de la India británica, que comenzó su carrera como empleado de la Compañía Británica de las Indias Orientales a fines del siglo XVIII. Esta es la "Compañía" a la que se hace referencia en el comentario del Mahatma. La agresiva política de reforma judicial y financiera de Hasting reconstruyó el prestigio británico en la India, pero encontró resistencia cuando regresó a Inglaterra. Fue acusado por Edmund Burke de delitos graves y se le inició juicio político. Más tarde, sin embargo, fue absuelto.
Descripción física de la carta
El original se encuentra en la Biblioteca Británica, Folio 2. Según George Linton y Virginia Hanson, la carta se escribió:
En ocho hojas de tamaño completo de papel grueso en lápiz azul. La impresión tiene una apariencia granulada. Las paráfrasis del pensamiento de M en la mitad inferior de la página 292 y la parte superior de la página 293 están en lápiz rojo. En la posdata, la primera parte está con la escritura de KH, pero el último párrafo está con la escritura de M en lápiz rojo; letras grandes y pesadas. [1]
Notas
- ↑ George E. Linton and Virginia Hanson, eds., Readers Guide to The Mahatma Letters to A. P. Sinnett (Adyar, Chennai, India: Theosophical Publishing House, 1972), 131.