Primera Carta de K.H. a A. O. Hume
Esta carta aparece como Apéndice I en Las Cartas de los Mahatmas a A.P. Sinnett, cuarta edición cronológica (en inglés)
En la cronología de la correspondencia, esta viene antes de la Carta de los Mahatmas N.° 7.
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Pagina 1 Traducción, imagen y notas
Estimado señor, Aprovechando los primeros momentos de descanso para contestar formalmente su carta del 17 ppdo., le informaré ahora del resultado de mi conferencia con nuestros jefes sobre la proposición allí contenida; y a la vez intentaré responder a todas sus preguntas. Primero debo agradecerle en nombre de toda la sección de nuestra fraternidad que está especialmente interesada en el bienestar de la India por un ofrecimiento de ayuda cuya importancia y sinceridad nadie puede dudar. Al rastrear nuestro linaje a través de las vicisitudes de la civilización india hasta un pasado remoto, tenemos un amor tan profundo y apasionado por nuestra patria, que ha sobrevivido incluso al efecto expansivo y cosmopolitizante (sepa disculparme si esta no es una palabra en inglés) de nuestros estudios sobre las leyes ocultas de la naturaleza. Y por tanto yo, y todo patriota indio, sentimos la más fuerte gratitud por cada palabra o acción bondadosa en su nombre. Imagine entonces que, como estamos convencidos de que la degradación de la India se debe en gran parte a la asfixia de su antigua espiritualidad; y que todo lo que ayude a restaurar ese nivel más elevado de pensamiento y moralidad debe ser una fuerza de regeneración nacional; cada uno de nosotros, naturalmente y sin exhortación, estaría dispuesto a impulsar una Sociedad cuya propuesta de formación está en debate; especialmente si en verdad está destinada a convertirse en una sociedad no contaminada por motivos egoístas, y cuyo objeto es revivir la ciencia antigua y tender a rehabilitar a nuestro país en la estimación del mundo. Dé esto por hecho, sin más aseveraciones. Pero usted sabe, como cualquier hombre que haya leído historia, que los patriotas pueden hacer estallar sus corazones en vano si las circunstancias están en su contra. A veces, ha sucedido que ningún poder humano, ni siquiera la furia y la fuerza del más elevado patriotismo, ha podido torcer un destino férreo y desviarlo de su curso fijo, y las naciones se han apagado como antorchas arrojadas al agua en las envolventes tinieblas de la ruina. Por lo tanto, nosotros, que percibimos la caída de nuestro país, aunque no tenemos el poder para levantarlo de inmediato, no podemos hacer como quisiéramos ni en cuestiones generales ni en esta en particular. Y con la buena disposición mas no el derecho de acoger más que a medias sus propuestas, nos vemos obligados a decir que la idea concebida por el Sr. Sinnett y por usted es en parte impracticable. En una palabra, es imposible que a mí o cualquier Hermano, o incluso a un neófito avanzado, se lo asigne y comisione especialmente como Jefe o Espíritu director de la Rama Anglo-India. Sabemos que sería bueno que a usted y a algunos de sus colegas seleccionados se les instruyera y mostrara regularmente los fenómenos y sus fundamentos. Porque aunque nadie se convencería, excepto pocos de ustedes, aún sería una clara ventaja tener aunque sea algunos ingleses de enorme capacidad alistados como estudiantes de Psicología Asiática. Somos conscientes de todo esto y mucho más; por lo tanto, no nos negamos a mantener correspondencia con usted ni a ayudarlo de diversas maneras. Pero a lo que sí nos negamos es a asumir cualquier otra responsabilidad que no sea esta correspondencia periódica y asistencia con nuestros consejos; y, si la ocasión es favorable, brindar pruebas tangibles, posiblemente visibles, que los satisfagan de nuestra presencia e interés. A “guiarlos” no consentiremos. Por mucho que podamos hacer, sin embargo, podemos prometerle que solo le daremos la medida exacta de sus merecimientos. Merezcan mucho y probaremos ser honestos deudores; poco, y apenas podrán esperar una ganancia compensatoria. Este no es un mero texto tomado del cuaderno de un niño de escuela, aunque suene así, sino sólo la torpe exposición de la ley de nuestra orden; y no podemos traspasarla. Totalmente ajenos a los modos de pensamiento y acción occidentales, especialmente ingleses, si nos inmiscuyéramos en una organización de este tipo, todos sus hábitos y tradiciones fijos chocarían incesantemente, si no con las nuevas aspiraciones, al menos con sus modos de realizarlas que nosotros sugeriríamos. No lograría usted obtener consentimiento unánime para llegar hasta donde usted se propone. Le he pedido al Sr. Sinnett que redacte un plan que incorpore sus ideas conjuntas para presentarlo ante nuestros jefes, que parece el camino más corto para un mutuo acuerdo. Bajo nuestra "guía" su Rama no sobreviviría, ya que ustedes no son hombres que puedan ser guiados en ese sentido. Por lo tanto, la Sociedad sería un parto prematuro y un fracaso, y luciría tan incongruente como un Paris Daumont tirado por un equipo de yaks o camellos indios. Nos pide que les enseñemos la verdadera Ciencia, el aspecto oculto del lado conocido de la naturaleza: y usted cree que esto es tan fácil hacerlo como pedirlo. No parece darse cuenta de las tremendas dificultades que hay para impartir incluso los rudimentos de nuestra Ciencia a quienes han sido entrenados conforme a los métodos familiares de ustedes. No ve usted que cuanto más tienen de uno, menos capaces son de comprender intuitivamente el otro, ya que un hombre solo puede pensar según sus desgastados surcos, y a menos que tenga el coraje de taparlos y abrir nuevos, se verá obligado a recorrer los antiguos. Permítame darle algunos ejemplos. Conforme a la Ciencia moderna exacta, usted definiría una sola energía cósmica y no vería ninguna diferencia entre la energía que gasta el viajero que empuja a un lado la maleza que obstruye su camino, ¡y la del experimentador científico que gasta una cantidad igual de energía en poner en movimiento un péndulo! Nosotros sí. Ya que sabemos que existe una enorme diferencia entre los dos. Uno disipa o esparce inútilmente la fuerza, el otro la concentra y almacena. Y aquí, por favor, comprenda que no me refiero a la utilidad relativa de los dos como uno podría imaginar; sino sólo al hecho de que, en un caso, no hay más que fuerza bruta lanzada sin ninguna transmutación de esa energía bruta en la forma potencial superior de la dinámica espiritual, y, en el otro, hay precisamente eso. Por favor, no me consideren vagamente metafísico. La idea que deseo transmitir es que el resultado de la intelección más elevada en el cerebro ocupado científicamente es la evolución de una forma sublimada de energía espiritual que, en la acción cósmica, produce resultados ilimitados, mientras que el cerebro que actúa automáticamente contiene o almacena en sí mismo sólo una cierta cantidad de fuerza bruta que es incapaz de producir algún beneficio para el individuo o la humanidad. El cerebro humano es un generador inagotable de la más refinada calidad de fuerza cósmica, que extrae de la energía bruta e inferior de la naturaleza; y el adepto completo se ha convertido en un centro desde el cual irradian potencialidades que engendran una correlación tras otra a lo largo de los eones por venir. Esta es la clave del misterio de su capacidad para proyectar y materializar en el mundo visible las formas que su imaginación ha construido a partir de materia cósmica inerte en el mundo invisible. El adepto no crea nada nuevo, sólo utiliza y manipula materiales que la naturaleza tiene en reserva a su alrededor; un material que a lo largo de las eternidades ha pasado por todas las formas; él sólo tiene que elegir la que desea y evocarla a la existencia objetiva. ¿No le sonaría esto a uno de sus biólogos "eruditos" como el sueño de un loco? Dice usted que hay pocas ramas de la ciencia con las que no esté más o menos familiarizado, y que cree estar haciendo una cierta cantidad de bien, al haber adquirido la posición para hacerlo durante largos años de estudio. Sin duda es así. Pero, ¿me permitiría esbozarle aún más claramente la diferencia entre las modalidades de las ciencias físicas —a menudo llamadas exactas por mera cortesía— y las ciencias metafísicas? Este última, como usted sabe, al no poder verificarse ante audiencias mixtas, es clasificada por el Sr. Tyndall entre las ficciones de la poesía. La ciencia realista de los hechos, por el contrario, es totalmente prosaica. Ahora bien, para nosotros, pobres filántropos desconocidos, ningún hecho de cualquiera de estas ciencias es interesante excepto en el grado que logren potenciar resultados morales y en la proporción que sean útiles para la humanidad. ¿Y qué puede ser, en su orgulloso aislamiento, más absolutamente indiferente a todos y a todo, que esta materialista y realista ciencia de los hechos, atada a nada que no sean los requisitos egoístas para su avance? Entonces, ¿no puedo preguntar sin ser acusado de una vana "exhibición de ciencia", qué tienen que ver las leyes de Faraday, Tyndall u otros con la filantropía en sus relaciones abstractas con la humanidad, vista como un todo integral? ¿Qué les importa a ellos el hombre como átomo aislado de este gran y armonioso Todo, aunque a veces le puedan ser de utilidad práctica? La energía cósmica es algo eterno e incesante, la materia es indestructible, y he ahí los hechos científicos. Dude de ellos y es un ignorante; niéguelos, y es un lunático peligroso, un fanático; pretenda mejorar las teorías, un charlatán impertinente. Y, sin embargo, ni siquiera estos hechos científicos jamás sugirieron al mundo de los experimentadores prueba alguna de que la naturaleza prefiera conscientemente que la materia sea indestructible bajo formas orgánicas en lugar de inorgánicas; y que ella trabaja lenta pero incesantemente hacia la realización de este objeto: la evolución de la vida consciente a partir de material inerte. De ahí la ignorancia que poseen sobre la dispersión y concreción de la energía cósmica en sus aspectos metafísicos; la división acerca de las teorías de Darwin; la incertidumbre sobre el grado de vida consciente en elementos separados; y, como una necesidad, el rechazo desdeñoso de todo fenómeno que esté fuera de las condiciones fijadas por ellos mismos y la idea misma de mundos de fuerzas semiinteligentes, si no intelectuales, que actúen en rincones ocultos de la naturaleza. Le daré otra ilustración práctica. Nosotros vemos una enorme diferencia entre las cualidades de dos cantidades iguales de energía utilizadas por dos hombres, uno de los cuales, supongamos, se dirige tranquilo hacia su trabajo habitual y el otro va camino a la estación de policía a denunciar a un semejante. Pero los hombres de ciencia no ven esta diferencia. Y nosotros, no ellos, vemos una diferencia específica entre la energía en el movimiento del viento y la de una rueda giratoria. ¿Y por qué? Porque cada pensamiento del hombre en su evolución pasa al mundo interno y se convierte en una entidad activa al asociarse — fusionarse, podríamos decir— con un elemental; es decir con una de las fuerzas semiinteligentes de los reinos. Sobrevive como una inteligencia activa, una criatura engendrada por la mente, durante un período más o menos largo, proporcional a la intensidad original de la acción cerebral que la generó. Así, un buen pensamiento se perpetúa como un poder benéfico activo; uno maligno, como un demonio maléfico. Y así, el hombre continuamente puebla su corriente en el espacio con un mundo propio, atestado con la progenie de sus fantasías, deseos, impulsos y pasiones; una corriente que reacciona sobre cualquier organización sensible o nerviosa que entra en contacto con ella en proporción a su intensidad dinámica. El budista llama a esto su "Skandha", el hindú le da el nombre de "Karma"; el Adepto desarrolla estas formas conscientemente, otros hombres las lanzan inconscientemente. El adepto, para tener éxito y preservar su poder, debe vivir en soledad y más o menos dentro de su propia alma. Menos aún la ciencia exacta percibe que mientras la laboriosa hormiga, la diligente abeja, el ave nidofaciente acumulan, cada una a su humilde manera, tanta energía cósmica en su forma potencial como un Haydn, un Platón o un campesino arando un surco, a las suyas; el cazador que mata su presa por placer o beneficio, o el positivista que aplica su intelecto para demostrar que + x + = -, desperdician y dispersan energía no menos que el tigre que salta sobre su presa. Todos ellos roban a la naturaleza en lugar de enriquecerla, y todos según su grado de inteligencia deberán rendir cuentas. La Ciencia experimental exacta no tiene nada que ver con la moral, la virtud, la filantropía, por lo tanto, no puede solicitar nuestra ayuda hasta que se fusione con la metafísica. Al ser tan sólo una fría clasificación de hechos ajenos al hombre y que existen antes y después de él, el dominio de la utilidad de esta cesa para nosotros en el límite exterior de estos hechos; y cualesquiera que sean las conclusiones y los resultados para la humanidad que surjan de los materiales adquiridos según sus métodos, a esta poco le importa. Por lo tanto, como nuestra esfera se encuentra completamente fuera de la de esta, al igual que la órbita de Urano está fuera de la de la tierra, nos negamos expresamente a ser destruidos en cualquier rueda que esta construya. Para esta, el calor no es más que un modo de movimiento, y el movimiento genera calor; pero todavía tiene que descubrir por qué el movimiento mecánico de la rueda giratoria debe ser metafísicamente de un valor más elevado que el calor en el que gradualmente se transforma. El hombre de ciencia ni siquiera logra concebir la noción filosófica pero trascendental (¿por lo tanto absurda?) de los teósofos medievales: que el progreso final del trabajo humano, ayudado por los incesantes descubrimientos del hombre, debe culminar un día en un proceso que, imitando la energía del sol que funciona como motor directo, dará como resultado el desarrollo de alimentos nutritivos a partir de la materia inorgánica. Si el sol, el gran padre de nuestro Sistema planetario que nos provee alimento, incubara pollos de granito de una roca "en condiciones de ensayo", mañana, ellos (los hombres de Ciencia) lo aceptarían como un hecho científico, sin sentir remordimiento porque las aves no estarán vivas para alimentar a quienes padecen hambre e inanición. Pero si un Shaberon cruza el Himalaya en tiempos de hambruna y multiplica los sacos de arroz para las multitudes moribundas, y podría hacerlo, los magistrados y recaudadores probablemente lo encerrarán en la cárcel para hacerle confesar qué granero había robado. Esta es la ciencia exacta y el mundo realista de ustedes. Y aunque, como usted dice, está impresionado por el alto grado de ignorancia del mundo sobre todos los temas, que usted designa de manera pertinente como "algunos hechos palpables que se recopilan y generalizan de manera poco precisa, y una jerga técnica inventada para ocultar la ignorancia humana de todo lo que se encuentra detrás de estos hechos"; y aunque usted habla de su fe en las infinitas posibilidades de la naturaleza, sin embargo, se contenta con pasar su vida en un tarea que sólo ayuda a esa misma ciencia exacta. Usted produce un desperdicio de energía cósmica por toneladas, para acumular apenas unas pocas onzas en sus volúmenes, dicho en sentido figurado. Y a pesar de sus percepciones intuitivas de los alcances ilimitados de la naturaleza, usted asume la posición de que, a menos que un experto en conocimientos arcanos desperdicie en su Sociedad embrionaria una energía que, sin moverse de su lugar, él pueda distribuir útilmente entre millones, usted, con su grandes poderes naturales se negará a ayudar a la humanidad comenzando el trabajo usted solo, y confiando en que el tiempo y la gran Ley recompensen su tarea. De sus varias preguntas, discutiremos primero, si me permite, la relacionada con el supuesto fracaso de la "Fraternidad" en "dejar una impronta en la historia del mundo". Usted piensa que ellos, con sus extraordinarias ventajas, deberían haber "reunido en sus escuelas una porción considerable de las mentes más ilustradas de cada raza". ¿Cómo sabe que no han dejado esa impronta? ¿Conoce sus esfuerzos, éxitos y fracasos? ¿Tiene un banquillo para acusarlos? ¿Cómo podría su mundo recopilar pruebas del trabajo de hombres que han mantenido cuidadosamente cerradas toda posible puerta de acceso por las que los curiosos pudieran espiarlos? La condición principal del éxito de ellos fue que nunca debieron ser supervisados ni obstaculizados. Ellos saben lo que han hecho; todo lo que podían percibir los que estaban fuera de su círculo eran los resultados, cuyas causas estaban ocultas a la vista. Para explicar estos resultados, el hombre ha inventado en distintas épocas teorías de la intervención de "Dioses", providencias Especiales, destinos, y las influencias benignas u hostiles de las estrellas. Jamás hubo una época dentro o antes del llamado período histórico en el que nuestros predecesores no hayan estado dirigiendo los acontecimientos y "haciendo historia", cuyos hechos fueron subsecuente e invariablemente distorsionados por los "historiadores" para satisfacer a los prejuicios contemporáneos. ¿Está usted totalmente seguro de que las heroicas figuras visibles de los sucesivos dramas no eran con frecuencia sino sus marionetas? Nunca pretendimos ser capaces de empujar a las naciones en masa a esta o aquella crisis a pesar de la deriva general de las relaciones cósmicas del mundo. Los ciclos deben efectuar sus rondas. Los períodos de luz y oscuridad mental y moral se suceden entre sí, como el día a la noche. Los yugas mayores y menores deben cumplirse según el orden establecido de las cosas. Y nosotros, acarreados por la poderosa marea, solo podemos modificar y dirigir algunas de sus corrientes menores. Si tuviésemos los poderes del imaginario Dios Personal, y las leyes universales e inmutables no fueran más que juguetes con los que jugar, entonces sí que podríamos haber creado condiciones que habrían convertido a esta tierra en una Arcadia para almas elevadas. Pero al tener que tratar con una Ley inmutable, al ser nosotros sus criaturas, hemos tenido que hacer lo que pudimos y estar agradecidos. Ha habido épocas en las que "una parte considerable de mentes iluminadas" recibió enseñanzas en nuestras escuelas. Esas fueron las épocas de India, Persia, Egipto, Grecia y Roma. Pero, como señalé en una carta al Sr. Sinnett, el adepto es la florescencia de su época, y comparativamente pocos aparecen en un solo siglo. La Tierra es el campo de batalla de fuerzas tanto morales como físicas, y el torbellino de las pasiones animales bajo el estímulo de las groseras energías del grupo inferior de agentes etéricos, siempre tiende a extinguir la espiritualidad. ¿Qué más podría esperarse de hombres tan íntimamente relacionados al reino inferior del que evolucionaron? También es cierto que ahora nuestro número está disminuyendo, pero esto se debe a que, como he dicho, somos de la raza humana, sujetos a su impulso cíclico e impotentes para revertir eso. ¿Puede hacer retroceder al Gunga o al Brahmaputra a sus fuentes? ¿Podría usted siquiera represarlo para que sus aguas acumuladas no desborden las orillas? No, pero puede desviar parte del arroyo mediante canales y utilizar su energía hidráulica para el bien de la humanidad. Entonces nosotros, que no podemos evitar que el mundo marche hacia su rumbo predestinado, somos capaces sin embargo de desviar una parte de su energía hacia canales útiles. Si nos considera semidioses, mi explicación no le resultará satisfactoria; véanos como simples hombres, tal vez un poco más sabios como resultado de algún estudio especial, y encontrará una respuesta a su objeción. "¿Qué bien", dice usted, "podemos obtener mis compañeros y yo (los dos somos inseparables) de estas ciencias ocultas?" Cuando los nativos vean que los ingleses e incluso algunos altos funcionarios de la India se interesan en sus ciencias y filosofías ancestrales, ellos mismos se abocarán abiertamente a su estudio. Cuando ellos lleguen a darse cuenta de que los viejos fenómenos "divinos" no eran milagros, sino efectos científicos, disminuirá la superstición. Así, con el tiempo desaparecerá el mayor mal que ahora oprime y retarda el resurgimiento de la civilización india. La tendencia actual de la educación es tornarlos materialistas y desarraigar la espiritualidad. Con una adecuada comprensión del significado de los escritos y enseñanzas de sus ancestros, la educación se convertiría en una bendición, mientras que ahora a menudo es una maldición. En la actualidad, tanto los nativos analfabetos como los instruidos consideran a los ingleses demasiado prejuiciosos, debido a su religión cristiana y la ciencia moderna, como para interesarse en comprenderlos a ellos o a sus tradiciones. Se odian y desconfían mutuamente. Este cambio de actitud hacia la filosofía más antigua influiría en los Príncipes nativos y los hombres acaudalados para que doten a las escuelas normales para educar a los pandits; y antiguos manuscritos hasta entonces ocultados, fuera del alcance de los europeos, volverían a salir a la luz, y con ellos la clave de gran parte de lo que durante siglos estuvo oculto del conocimiento popular; lo que a sus escépticos sanscritistas no les importa, lo que sus religiosos misioneros no se atreven, a comprender. La ciencia ganaría mucho; la humanidad, todo. Bajo el estímulo de la Sociedad Teosófica Anglo India, con el tiempo podríamos ver otra edad de oro de la literatura sánscrita. Tal movimiento tendría la total aprobación del Gobierno Local, ya que serviría para prevenir el descontento, y la simpatía de los sanscritistas europeos que, al tener opiniones divididas, necesitan la ayuda de pandits nativos, la que ahora se encuentra fuera de su alcance, debido al actual estado de mutua incomprensión. Incluso ahora están pujando por esa ayuda. En este momento, dos hindúes educados de Bombay asisten a Max Müller; y un joven Pandit de Guzerat, miembro de la S.T., ayuda al Prof. Monier Williams en Oxford y vive en su casa. Los dos primeros son materialistas y hacen daño; este último, por sí solo, puede hacer poco, porque el hombre a quien sirve es un cristiano prejuicioso. Si miramos a Ceilán, veremos a los sacerdotes más eruditos agrupándose bajo la dirección de la Sociedad Teos. en una nueva exégesis de la filosofía budista y, en Galle, el 15 de septiembre, se abrió una escuela teosófica laica para brindar enseñanza a la juventud cingalesa, con una asistencia de más de 300 académicos: un ejemplo a punto de imitarse en otros tres lugares de esa isla. Si la S.T. "tal como está actualmente constituida", en realidad no posee "una verdadera vitalidad" y, sin embargo, a su modesta manera ha hecho tanto bien práctico, ¡cómo no habrían de esperarse muchos mejores resultados de una entidad organizada según un mejor plan que usted podría sugerir! Las mismas causas que materializan la mente hindú afectan igualmente a todo el pensamiento occidental. La educación entroniza el escepticismo pero aprisiona el espiritismo. Usted puede hacer un bien inmenso ayudando a dar a las naciones occidentales una base segura sobre la cual reconstruir una fe que se desmorona. Lo que necesitan es la evidencia que por sí sola la psicología asiática proporciona. Bríndeles esto y colmará de felicidad mental a miles. Se acabó la era de la fe ciega; es hora de la investigación. La investigación que sólo desenmascara el error, sin descubrir nada sobre lo que el alma pueda construir, sólo creará iconoclastas. La iconoclasia, por su propia destructividad, no puede dar nada, solo puede arrasar. Pero el hombre no puede quedarse satisfecho con la mera negación. El agnosticismo no es más que una pausa temporal. Este es el momento de guiar el impulso recurrente que debe llegar pronto y que empujará esta era hacia el ateísmo extremo, o la arrastrará de nuevo al sacerdotalismo extremo, si no es conducida hacia la primitiva filosofía de los arios que satisface el alma. Quien observe lo que sucede hoy —por un lado entre los católicos, que engendran milagros tan rápido como las termitas sus crías, y por el otro, entre los librepensadores, que se están convirtiendo masivamente en agnósticos— verá la deriva de las cosas. Esta era se regocija con un orgía de fenómenos. Las mismas maravillas que los espiritistas citan en oposición a los dogmas de la perdición eterna y la expiación, los católicos se aglomeran para atestiguarlas como la prueba más contundente de su fe en los milagros. Los escépticos se burlan de ambos. ¡Todos son ciegos y no hay quien los guíe! Usted y sus colegas pueden ayudar a proporcionar los materiales para una necesaria filosofía religiosa universal; la cual es inexpugnable a los ataques científicos porque en sí misma es la finalidad de la ciencia absoluta; y una religión, que en verdad es digna de ese nombre, ya que incluye las relaciones del hombre físico con el hombre psíquico, y de los dos con todo lo que está por encima y por debajo de ellos. ¿No merece esto un pequeño sacrificio? Y si, tras reflexionar, usted decide ingresar a este nuevo ámbito, que se sepa que su Sociedad no es un club para producir milagros ni banquetes, ni tampoco dedicada especialmente al estudio del fenomenalismo. El objetivo principal de ésta es extirpar las supersticiones y el escepticismo actuales, y extraer, de las antiguas fuentes selladas durante mucho tiempo, la prueba de que el hombre es capaz de forjar su propio destino futuro, y saber con certeza que puede vivir en el más allá, si así lo desea; y que todos los "fenómenos" no son más que manifestaciones de la ley natural; e intentar comprender cuál es el deber de todo ser inteligente. Usted ha dedicado personalmente muchos años a un trabajo concebido con benevolencia y realizado concienzudamente. Preste a sus semejantes la mitad de la atención que ha prestado a sus "pajaritos" y culminará una vida útil con un trabajo noble y grandioso. Atentamente su amigo |
NOTAS:
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Contexto y antecedentes
La presente es una respuesta a la primera carta que A.O. Hume envió al Maestro K.H. El original de esta carta no existe, aunque existe una copia escrita a mano por Patience Sinnett. La mayor parte de esta carta fue publicada por A.P. Sinnett en su libro El mundo oculto, pero no fue publicada por A. Trevor Barker en Las Cartas de los Mahatmas a A.P. Sinnett. En la cuarta edición en secuencia cronológica se publica como Apéndice I. (en inglés)
Descripción física de la carta
Historial de publicaciones
Comentario sobre esta carta
Notas
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